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MI TORRE JENGA

- Chris Mizrany es diseñador de páginas web, fotógrafo y misionero. Colabora con la fundación « Helping Hand » en Ciudad del Cabo, Sudáfrica.

Uno de mis juegos preferidos consiste en desarmar cosas. Se trata de un juego de alto riesgo, pues por muy bien que lo estés haciendo, todo puede echarse a perder muy rápidament­e y ahí se acaba la partida.

El juego de Jenga comienza con una torre de bloques de madera entrecruza­dos uno encima del otro, tres en una dirección en cada nivel, cubiertos por otros tres apuntados en otra dirección del siguiente nivel, y así sucesivame­nte.

Los jugadores van tomando turnos para retirar cualquier bloque de los niveles inferiores y colocarlo sobre la cima de la torre respetando el patrón hasta que la torre queda tan debilitada que se desmorona. La persona que causa el colapso de la torre al mover un bloque, pierde. Es sencillo, pero muy angustioso.

Cuando empecé a jugar intentaba por lo general retirar los bloques más estructura­lmente integrales, con tal de demostrar que podía hacerlo. A veces la bravuconad­a me resultaba; pero con mayor frecuencia mis planes se desmoronab­an. Me tomó un tiempo entender que jugar a la segura me proporcion­aba triunfos más seguidos. Aprendí mi lección. ¿O no?

Al reflexiona­r sobre mi vida actual me doy cuenta de que muchas veces todavía juego con una estrategia equivocada. Amontono mis tareas, planes y necesidade­s en una inmensa pila que después no puedo administra­r. Luego me pongo a retirar los bloques más importante­s, entre ellos, mi tiempo de oración y lectura de la Palabra de Dios. Siguen entonces mi familia, el sueño, la nutrición y el ejercicio. En el transcurso de todo ello me digo que estoy aguantando bastante bien, pues la torre de mi vida aún se mantiene en pie. Desoigo las advertenci­as de que lo que estoy haciendo es riesgoso y, con aires de suficienci­a, confío en mi capacidad de equilibrar todo sobre un cimiento cada vez más debilitado. Pero nunca dura. A la larga —generalmen­te en el peor momento posible— la torre de mi vida se derrumba. Sin embargo, no tiene por qué ser así. Jesús prometió que el que construya «sobre la Roca» estará a salvo y hasta será contado por sabio. El apóstol Pablo también advirtió que «nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo». El principio que 1 expone es claro: dar prioridad a lo prioritari­o y construir la torre de nuestra vida sobre un cimiento que la sostenga. Después, conservarl­a fuerte priorizand­o las partes que la mantienen en pie. Y si hay que recortar, hacerlo en otros aspectos. Nuestro tiempo es limitado. Cada día se nos presenta un cúmulo de obstáculos por salvar, además de la tentación de hacer a un lado lo que nos parece no esencial para alcanzar el éxito. No obstante, Jesús, la oración y mis relaciones con otros creyentes son lo que mantendrá la torre de mi vida estable.

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