DIOS EL SERENO
1. V. Jeremías 29:13
2. V. Santiago 4: 8
3. Salmo 13: 5,6 NVI
La vida es un desfile constante de contradicciones: cosas a las que aferrarse, otras que soltar; unas por las que luchar, otras que renunciar. Se nos aconseja que pongamos más esfuerzo, que nos demos un descanso, que no nos tensionemos, que tomemos mejores decisiones, que simplemente digamos que sí, que simplemente digamos que no, que nos conformemos, que no nos conformemos. Para colmo nunca falta el que te dice: «Escucha tu corazón. Nada más». ¡Claro!
A veces tomo esos sentimientos confusos y complicados en demasía y los traslado a mi relación con Dios. ¿Me tomo a Dios con la debida seriedad? ¿Conozco las Escrituras como debería? ¿Le rindo culto con espontaneidad y a la vez reverencia? ¿Rezo con fe? ¿Cómo sé siquiera que tengo fe? ¿Por qué no oigo la voz de Dios con más claridad? Si tuviera más fe o amor, ¿oiría Su voz en mi corazón? Francamente, cuando la relación se pone así de complicada me inclino a darme por vencida.
Estoy segura de que a Dios le debe causar gracia verme en ese estado y probablemente le debe despertar mucha ternura. Me lo imagino diciendo: Recuerda que te dije: Cuando me busques, me encontrarás1 y si te acercas a Mí, Yo me acercaré a ti.
2 Últimamente he debido enfrentar decisiones importantes que afectan mi trabajo, mi vida familiar y a mis hijos. He afrontado dilemas en cuanto a qué decisiones son las más acertadas y casi todos los días me dejo llevar por emociones y opiniones. Por otra parte he rogado a Dios pidiéndole ardientemente soluciones y respuestas. Así y todo, al momento de escribir esto no puedo afirmar a ciencia cierta que tomé la mejor decisión, la que Dios quería que tomara.
Más bien puedo decir que estoy aprendiendo. He ido reconociendo mis debilidades y oportunidades para crecer. Veo que la gracia de Dios compensa mis carencias. Me asombra constantemente lo pausado, tranquilo y sereno que es Dios.
Buceando por las Escrituras en busca de orientación, una vez más me vi atraída por los Salmos. Es que en casi todos los salmos David desnuda su corazón ante Dios. Cualquiera que sea su estado de ánimo, se desahoga con su Dios. Y ahí, en su debilidad, conoce a Dios. He aquí un ejemplo de ello: "Yo confío en tu gran amor; mi corazón se alegra en tu salvación. Canto salmos al Señor. ¡El Señor ha sido bueno conmigo!" 3 Y con eso basta.