EL MUNDO DE UNA MADRE
No sé en qué planeta estaba cuando pensé que al llegar a ser madre todas las aptitudes que necesitaría me vendrían como por arte de magia. No pasó mucho tiempo hasta que caí en la cuenta de que, si bien criar hijos me ha deparado alegrías incomparables, es trabajo arduo. Parece que cada día trae consigo nuevos retos. Con todo tengo por cierto que ser madre me ha deparado más felicidad y ha hecho de mí una mejor persona.
Naturalmente que mi marido y yo no nos convertimos de golpe y porrazo en buenos padres apenas apareció en nuestra vida nuestro primer hijo. Yo diría que teníamos la potencialidad para ser buenos padres, pero me ha quedado claro que cada día es un proceso de aprendizaje. Sin duda me pasaré muchos años afinando mis aptitudes de madre y tendré que adaptar mi modo de educar a las cambiantes necesidades de mis hijos y a las situaciones en que nos encontremos.
Esos días en que me siento desgastada y cuestiono mi capacidad de madre y si mis esfuerzos valen la pena, me remito a tiempos pasados, al día en que Dios me habló al corazón sobre esos entrañables años de crianza de nuestros hijos. Era uno de esos días en que parecía que, pese a poner todo mi empeño, no había forma de abordar todo lo que tenía que hacer. En medio de mi agotamiento y mal humor Dios me habló al corazón estas sencillas palabras: ¡Un día harás memoria de esto y te darás cuenta de que fueron tus mejores años!
Trato de tener presente eso cuando me cuestiono si estoy hecha para la labor de madre. Al fin y al cabo, he sido favorecida con cinco hermosos hijos y estoy muy agradecida por cada uno de ellos. Es fácil verse una envuelta en el diario trajín —algún desorden inesperado que hay que arreglar, la pila creciente de ropa que lavar, las ambiciones personales que quedan relegadas a un segundo plano—; no obstante, he llegado a entender que criar hijos implica ajustar mis sueños y aspiraciones. En lugar de fundarlos en cuáles eran mis circunstancias antes que ellos entraran a mi vida, debo hacerlo en mis circunstancias actuales.
Al mudar de perspectiva en cuanto a lo que puedo lograr y cumplir de acuerdo a mi realidad, acepto más fácilmente las exigencias que trae aparejada la labor de madre. Es más, la riqueza que ha llenado mi mundo desde que tengo hijos me motiva. Había muchas cosas que no entendía hasta que crucé la línea entre ser adulta y ser madre. Mi mundo hoy es la maternidad. Nunca volveré a ser la misma. Y no creo que querría.