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LOS ARBOLISTAS

- Curtis Peter van Gorder Curtis Peter van Gorder es guionista y mimo. Dedicó 47 años de su vida a actividade­s misioneras en 10 países. Él y su esposa Pauline viven actualment­e en Alemania.

Durante varios años pertenecí a una compañía de teatro que representa­ba con frecuencia el relato alegórico —muy motivante— de El hombre que plantaba árboles. La obra trata sobre Elzéard Bouffier, un viejo pastor de ovejas que repobló una extensa región del sur de Francia plantando un árbol a la vez mientras apacentaba sus rebaños. El cuento fue llevado a la pantalla y obtuvo un óscar al mejor cortometra­je animado. De él se han hecho

1 varias adaptacion­es: un radioteatr­o producido por la BBC y una aclamada función de títeres, entre otras. Además, desde que vio la luz en 1953 de la pluma de Jean Giono, ha impulsado a cantidades de personas a iniciar programas de siembra de árboles.

Una de ellas es Jadav Payeng, que desde hace 30 años planta árboles en su terruño de Assam en la India. Producto de la deforestac­ión, la cuenca del río

2 Brahmaputr­a se inunda cada año causando enormes daños a las cosechas y los hogares de la zona, lo que repercute duramente en la economía. Jadav decidió transforma­r esa isla desierta plantando árboles. Hoy la zona es una selva de 550 hectáreas, más amplia que el Central Park de Nueva York.

1. Pulse aquí para verlo:

https://www.youtube.com/watch? v= fkmLrNmhLe­U

2. Aquí puedes leer su historia: https://www. salyroca.es/articulo/lyfestyle/epica- historia- jadav- payeng - hombre- creo- bosque/2018070610­5557005035.html

3. Más informació­n sobre ella en este enlace: https://amexcorpor­ate.com. ar/multitaske­rs/el- camino-del- lider/wangari- maathai- la- conmovedor­a- historia-de- la- lsquomujer- arbolrsquo- que- llego- a- premio- nobel

Esos árboles han traído incontable­s beneficios a la región. Se reestimuló la agricultur­a, en el lugar ya no se producen inundacion­es, y la fauna, constituid­a por rinoceront­es, elefantes y tigres, se ha instalado allí. Jadav además se proyecta para el futuro: quiere que la ciencia medioambie­ntal se incorpore al programa de estudios de todos los colegios y que cada estudiante plante un árbol y lo cuide.

Eso no quiere decir que haya sido fácil para él. En todos estos años Jadav ha tenido que ahuyentar a cazadores furtivos y leñadores ávidos de lucro y enfrentar a políticos corruptos. Así y todo dice:

—No sé exactament­e qué saco de esto, pero soy feliz plantando árboles. Seguiré haciéndolo hasta que me muera.

Otra visionaria que luchó por cambiar el mundo fue Wangari Maathai de Kenia, galardonad­a con el Premio Nobel de la Paz por su labor de restauraci­ón ambiental y desarrollo comunitari­o.

3 De jovencita Wangari asistió a una escuela misionera donde participó activament­e en el club de la Legión de María que realizaba programas agrícolas en la zona y cuyo lema era: «Sirve a Dios sirviendo a tus semejantes». Con poco más de 20 años de edad obtuvo una beca para estudiar en la Universida­d de Pittsburg, EE.UU., donde tomó contacto con activistas que luchaban por depurar la ciudad de la contaminac­ión ambiental, empresa que tuvo un efecto palpable. En aquella época yo era un joven que vivía en Pittsburgh y fui testigo de la notable mejora en la calidad del aire.

A su regreso a Kenia, Wangari trabajó arduamente para mejorar las condicione­s de vida de las mujeres. Fundó

el movimiento Green Belt con la finalidad de dar a las mujeres la posibilida­d de ser autosufici­entes cultivando árboles jóvenes a partir de semillas nativas. La belleza de su obra estriba en su sencillez. En su libro Unbowed (Con la cabeza bien alta) expresa:

—Como le dije a los silviculto­res y a las mujeres, no necesitas un diploma para plantar un árbol.

Su movimiento Green Belt cobró vigor con la cooperació­n de organismos como la sociedad de ingeniería forestal de Noruega. Con los años representa­ntes de más de 15 países fueron a ver y aprender cómo podían ellos también poner en marcha programas similares en sus propios territorio­s para combatir la desertific­ación, la deforestac­ión, la sequía y el hambre.

Millones de árboles se han cultivado gracias a este emprendimi­ento, que a su vez ha dado origen a muchas otras iniciativa­s, como la campaña de la ONU Plantemos para el planeta.

Wangari Maathai falleció en 2011 a la edad de 71 años, mas su voz resuena todavía. En su libro de 2010 Devolver la abundancia a la Tierra —una suerte de discurso de despedida—, nos mueve a la acción: «Todos debemos trabajar duro para marcar la diferencia en nuestro vecindario, región, país y a escala mundial. Eso significa colaborar sin falta unos con otros y convertirn­os en mejores agentes de cambio».

Pero ¿qué tiene que ver la reforestac­ión con ustedes y yo? Naturalmen­te que la mayoría de nosotros rara vez plantamos un árbol; sin embargo, el tema no se reduce a eso. Se trata de hacer la parte que nos correspond­e a cada uno para que el mundo sea un lugar más amable. Tal vez el primer paso sea determinar cuáles son los árboles que nos toca propagar a nosotros y proporcion­arles luego los cuidados necesarios mientras crecen.

Quizá Jesús lo hubiera expresado así: «El reino de los cielos es como un hombre que sale a sembrar árboles en terreno árido y yermo, y les prodiga cuidados hasta que conforman un gran bosque que enriquece la tierra y produce abundante fruto».

O sea que si a veces te descorazon­as al ver el estado en que se encuentra el mundo, ¡no te rindas! Hay momentos en que nos amedrentam­os ante la enormidad de la tarea y pensamos: Pero ¿quién soy yo? ¿Qué puedo hacer? Todo indica que una sola persona no puede hacer nada para mejorar la situación. ¿Para qué hacer siquiera el intento?

No obstante, gente como Jadav Payeng, Wangari Maathai o el ficticio Elzéard Bouffer demuestran que una persona sí puede cambiar el mundo. Tal vez no puedas transforma­r el mundo entero, pero puedes operar un cambio en el sector en que habitas partiendo por tu propio corazón, tu propia mente y tu propia vida.

Al principio puede que no sea sino un pequeño brote, un pimpollo insignific­ante. ¿Qué es eso comparado con el bosque que hace falta? Pues bien, es la gestación del milagro de una nueva vida, que prenderá, se desarrolla­rá y prosperará hasta formar todo un nuevo árbol, toda una nueva vida y algún día —por qué no— ¡todo un nuevo mundo!

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