¿A QUÉ ESPERAR?
Me encantaría presentarles a mi amiga Vanessa. Es un perfecto ejemplo del Evangelio calzado en zapatillas. Cuando comenzó a asistir a nuestros estudios bíblicos era madre soltera de tres chicos adolescentes y les aseguro que ya había tenido su buena dosis de desventuras y quebrantos. Tal vez era por eso que tenía ese algo, esa felicidad contagiosa, ojos chispeantes y una carcajada a flor de labios, sobre todo cuando contaba cosas graciosas sobre ella misma.
Muchos nos proponemos ser más generosos una vez que nos hayamos establecido y hayamos logrado cierta seguridad económica. Esperamos hasta que tengamos de sobra. Pero ¿cuándo ocurre eso? A veces me pongo a soñar con las causas nobles que apoyaría si me ganara la lotería. Jamás dejará de ser un sueño, pues nunca compro números de lotería.
Así que observo a Vanessa y aprendo de ella. No anda esperando a que llegue el día. Exhibe un estilo de generosidad amigable, que la lleva a poner discretamente un billete bien doblado en la mano una persona con una palmadita de aliento. Tiene el corazón abierto a las necesidades de los demás y procura ver de qué forma puede ser una bendición, ya sea donando dinero, comida, tiempo, ofreciendo una mano o levantando el ánimo a alguien. Suele aparecerse con un regalito o con algo rico, que es su forma de decir: «Te valoro. Tomo en cuenta las cosas que te gustan. Aquí tienes. Disfrútalo».
Hace unos años Vanessa soñaba con mudarse a un lugar donde sus hijos tuviesen más oportunidades de estudiar y establecerse. Recuerdo su pequeño departamento amoblado con enseres donados. Aunque trabajaba con miras a conseguir lo que quería para su familia, no se perdía oportunidad para ayudar generosamente a los demás. En ese momento aquel sueño suyo parecía estar fabulosamente fuera de su alcance. Sin embargo, uno por uno, sus hijos han podido estudiar y emprender su vida adulta con buen pie.
Pensando en Vanessa y buscando la lógica que explicara cómo puede alguien alcanzar sus metas económicas y personales y al mismo tiempo estar siempre presto a dar una mano a los demás, di con una fórmula bíblica: «Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes. 1