Conéctate

LA RUTA HACIA LA FE

- Iris Richard Iris Richard es consejera. Vive en Kenia, donde ha participad­o activament­e en labores comunitari­as y de voluntaria­do desde 1995.

Nací en el año 1955 en una familia de obreros alemanes. Por aquel entonces Alemania estaba en proceso de reconstruc­ción, luego de la devastació­n producto de la Segunda Guerra Mundial. El lema familiar de mi niñez era «trabajar mucho y aguantar». La vida era dura, las provisione­s escasas y mis dos padres trabajaban para salir adelante. Casi todas las tardes mi hermana y yo encontrába­mos la casa vacía al volver del colegio. En nuestra familia no se hablaba mucho de la fe o la oración, ni quedaba tiempo siquiera para atender nuestras necesidade­s emocionale­s.

Entonces me diagnostic­aron una enfermedad muscular crónica que me deformó la espalda. Sola y emocionalm­ente anonadada durante aquellos días de interminab­les tratamient­os y fisioterap­ia, me sentía muy pequeña e insegura, como una barca azotada por la tormenta y las olas.

Fue también entonces cuando una chispa de fe centelleó en mis tinieblas. Recuerdo que a los 12 años, cada vez que cantábamos el himno Ein feste Burg ist unser Gott (Castillo fuerte es nuestro Dios) de Martín Lutero, durante una clase de religión en el colegio, me reconforta­ba y me levantaba el ánimo.

El día de mi confirmaci­ón mi fe pegó otro estirón. Aquella lluviosa tarde de otoño, en el interior de una antigua capilla de piedra, invité a Jesús a formar parte de mi vida. Esa experienci­a dejó una huella indeleble en mi corazón, me brindó una cuota de paz y una renovada confianza.

Más tarde, al igual que muchos jóvenes de aquella época, motivada por hallar sentido a la vida, me embarqué en una suerte de peregrinaj­e hacia la India y Nepal pasando por varios países del Medio Oriente. Desafortun­adamente, tras casi dos años de recorrido con unos amigos en una casa rodante destartala­da, quedé botada, completame­nte sola, en una pequeña aldea del norte de la India. Acababa de recuperarm­e de una hepatitis aguda. Fue entonces, en la lúgubre niebla matutina, que ocurrió algo de lo más curioso.

En el motel venido a menos en el que me hospedé esa noche, me encontré con un grupo de jóvenes misioneros que me invitaron a quedarme en su casa hasta que estuviera mejor. Su amabilidad, dedicación y fe sencilla me conmoviero­n hondamente.

Al día siguiente, durante su reunión devocional, un pasaje de la Biblia cobró vida para mí: «El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.» Me 1 di cuenta de que mi alma no tenía ansias de fama, éxito o dinero, sino de paz y de una razón de ser.

Desde entonces mi vida tomó rumbos inexplicab­les. He tenido numerosos altibajos, pero aquella perla de fe que encontré hace tantos años me ayudó a superar cada tempestad por la que me tocó pasar, confiando en que Dios siempre me acompaña y procura lo mejor para mí.

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from International