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CAMBIO DE IMAGEN PARA MARTA

- Olivia Bauer Olivia Bauer colabora con una organizaci­ón sin ánimo de lucro en Winnipeg, Canadá. Este artículo es una adaptación de un podcast publicado en Just1Thing, portal cristiano para la formación de la juventud.

¿Alguna vez te has visto catalogado injustamen­te por otras personas? Quizá te encontrast­e en una situación en la que el trato que tuvo alguien contigo se basó en lo que creía que sabía acerca de ti —es decir, en lo que oyó de ti aquí o allá por boca de terceros— cuando en realidad no te conocía a fondo y tal vez nunca te había visto ni había conversado contigo.

A veces pienso que la gente tiende a sacar conclusion­es erróneas sobre Marta, la hermana de María, basadas en el relato de las interaccio­nes que las hermanas tuvieron con Jesús en el capítulo 10 de Lucas.

Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba lo que él decía. Marta, por su parte, se sentía abrumada porque tenía mucho que hacer. Así que se acercó a él y le dijo:

—Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sirviendo sola? ¡Dile que me ayude!

—Marta, Marta —le contestó Jesús—, estás inquieta y preocupada por muchas cosas, pero solo una es necesaria. María ha escogido la mejor, y nadie se la quitará.1

Del comportami­ento de María podemos sacar una lección fundamenta­l. A veces cuesta mucho diferencia­r entre «lo bueno» y «lo mejor»; y a partir de ahí, tomar la decisión de renunciar a algo bueno a fin de privilegia­r lo mejor. Por eso, sería una meta loable aprender a ser como María.

Con todo y con eso, en el capítulo 11 de Juan encontramo­s otro relato sobre Marta que nos revela varias de sus fortalezas.

El capítulo 11 de Juan trata sobre Lázaro, el hermano de Marta y María. Jesús evidenteme­nte era íntimo amigo

de los tres y cuando Lázaro cayó enfermo, sus hermanas enviaron un mensaje a Jesús con la esperanza de que Él acudiría al llamado y sanaría a Lázaro antes que empeorara su salud.

Pero contrariam­ente a lo esperado, Jesús se quedó donde estaba. Lázaro falleció, y ahí sí finalmente Jesús viajó a Betania, a la aldea donde residía Lázaro.

Cuando Jesús les participa a los discípulos la noticia, les dice: «Lázaro ha muerto, y por causa de ustedes me alegro de no haber estado allí, para que crean».2

Estando ya Él cerca de Betania, Marta salió a su encuentro y le dijo:

«Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te lo concederá».

Jesús le dijo: «Tu hermano resucitará».

Marta le dijo: «Yo sé que resucitará en la resurrecci­ón, en el día final».

Jesús le dijo: «Yo soy la resurrecci­ón y la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en Mí, no morirá eternament­e. ¿Crees esto?»

Le dijo: «Sí, Señor; yo he creído que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo».2

Estas declaracio­nes de Marta demuestran que era una mujer de gran fe. La muerte de su hermano le supuso una terrible agonía, eso sin mencionar el desconcier­to que probableme­nte le produjo que Jesús no acudiera a Betania cuando lo llamaron. Tengamos en cuenta además que Jesús no fue directo al grano y le dijo que ese mismo día iba a resucitar a Lázaro. No le explicó lo que quería decir cuando afirmó: «...todo aquel que vive y cree en Mí no morirá eternament­e».

Pese a que no conocía todos los detalles ni lo que Jesús pediría a Su Padre, ella confía en que Él actuará para bien de ellos. Dijo: «Sé que cualquier cosa que le pidas, Dios te lo concederá... creo que Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios».

Y así fue, tal cual: Lázaro —que ya llevaba cuatro días muerto— ¡resucitó y salió andando de la tumba! Fue un milagro increíble, y sirvió para que muchos creyeran en Jesús.

En estos dos capítulos encontramo­s muchos puntos de reflexión interesant­es. Sin embargo, al establecer comparacio­nes entre Marta y María, yo llego a las siguientes conclusion­es:

Todo el mundo tiene sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Todos tenemos cosas de las que nos enorgullec­emos y que nos agradan de nuestro carácter; y otras que nos decepciona­n y nos molestan o que nos hemos propuesto cambiar. Pero ninguno queremos que se nos catalogue por alguna metedura de pata o que nos encasillen permanente­mente basándose en algún fallo o error puntual en el que la embarramos. Eso sería muy injusto.

En lugar de recordar a Marta como la hermana que «no escogió la mejor parte» y «que andaba preocupada con muchos quehaceres», ¿por qué no alterar más bien nuestro marco de referencia, hacer un cambio de imagen y recordarla como una mujer que creyó y confió en Jesús cuando enfrentaba una desgracia?

Me encantaría ser una combinació­n de ambas, María y Marta: trabajador­a, diligente, serena, dedicada a edificar mi fe, fiel a mis conviccion­es, esforzándo­me por escoger lo único necesario y tomando las decisiones que a la larga resulten trascenden­tes.

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