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LA BIBLIA Y TÚ

- Marie Alvero Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE.UU.

Hace unos años caí en la cuenta de que tenía una relación superficia­l con la Biblia. Aquello me descolocó, pues toda mi vida fui seguidora de las Escrituras. A pesar de que me sabía como la palma de mi mano muchos versículos, relatos e interpreta­ciones, me di cuenta de que había muchas otras cosas de las que no tenía ni idea.

En vista de eso, hice algo que no había hecho antes. Me propuse leer la Biblia en su totalidad, de tapa a tapa. Recurrí a una aplicación en mi teléfono para que me guiara en mi cometido y me ayudara a cumplir el calendario que me había fijado. Me preocupaba que al llegar a los libros y pasajes más difíciles me cansara y abandonara; por eso, ceñirme al horario de lectura de cada día me ayudó a cumplir conmigo misma.

Me fascinó descubrir la simetría que existe entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y darme cuenta de que el primero es esencial para poder apreciar verdaderam­ente el mensaje del segundo. Muchos de los grandes sermones y pasajes del Nuevo Testamento estaban dirigidos a personas que conocían el Antiguo. Eso tuvo por finalidad establecer que Jesús encarnaba el cumplimien­to de las promesas y profecías contenidas en el Antiguo Testamento.

Dios nos toma a cada uno en el estado de maduración en que nos encontremo­s con relación a Él. Estudiar Su Palabra es una de las mejores maneras de llegar a conocerlo mejor y dar lugar a que Su luz brille en nuestro corazón y en nuestra vida. Sé que presté atención a muchas otras voces, muchas de ellas voces buenas, que hacían eco de las verdades divinas; pero no eran iguales que la Palabra misma.

A continuaci­ón, unas pautas que me ayudaron en mi interacció­n con la Biblia:

Reúnete con gente que sea apasionada por la Biblia. Esa pasión te acicateará. A algunas personas que conozco les encanta leer la Biblia y descubrir nuevas verdades; además escucho podcasts de algunos verdaderos estudiosos de la Escritura. Eso me motiva a seguir creciendo y descubrir qué es lo que Dios me quiere decir en esas páginas.

Simplement­e lee. Toma la Biblia y lee un poco cada día. Yo creía que estudiar las Escrituras era algo más complejo. Pensaba que necesitaba un plan, un programa de estudios, esquemas, etc. Todo eso puede resultar muy útil; pero si no lo tienes, simplement­e léela. Algunas Biblias incluyen una pequeña introducci­ón al comienzo de cada libro que ayudan a entender mejor al autor y a la gente a la que iba dirigido inicialmen­te el mensaje.

Si te topas con un pasaje que no entiendes, pide a un amigo o mentor con mayor conocimien­to de las Escrituras que te lo explique; si no, busca explicacio­nes o textos de estudio en Internet.

Persiste. Se trata de una relación a largo plazo. Cultiva el hábito cotidiano de abrir el libro, leerlo, meditar en él y dejar que vaya arraigándo­se en tu conciencia y corazón.

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