CÓMO COMERSE UN TORO
—¡No puedo hacerlo! ¡Es demasiado difícil para mí! —exclamó angustiosamente Roberto.
Yo había colaborado en la escolarización en casa de Roberto desde primer grado. Al principio del segundo grado el niño ya tenía sobrecarga de tareas.
—¿Cuántas lecciones más voy a tener todos los días? ¿Y todas las semanas? ¿Y todos los meses? —protestó.
Los ojos se le llenaron de lágrimas mientras revisábamos el programa del año lectivo que teníamos por delante.
Mi colega, Ángela, que enseñaba a chicos mayores y presenciaba aquello, intervino.
—¿Sabes que yo me puedo comer un toro entero?
La mirada de Roberto reflejaba su descreimiento. —¿Qué! ¿Un toro entero? ¿Cómo! —Así es, puedo comerme un toro entero, un bocado a la vez. El truco es no tratar de zamparme el toro en la boca de una sola vez. Es más, ni siquiera cabría en mi plato. Más bien me como un bocado, y luego otro, y luego otro, hasta haberme comido el toro enterito.
Tomando aquello del toro como referencia, Roberto y yo hicimos una planilla para sus lecciones, señalando las metas que debía cumplir. Cuando alcanzara una meta semanal o mensual recibiría una pequeña recompensa. El plan dio muy buen resultado, y al término del año las había culminado todas.
Hace un par de semanas mi marido y yo conversábamos sobre todas las tareas que tenía pendientes. Ciertos plazos estaban ya cerca de vencerse, tenía el plato cada vez más lleno, por así decirlo, de tareas pendientes y otras personas le pedían que hiciera más de lo que se sentía capaz de hacer. Me encontraba cavilando sobre el problema cuando en eso entró Ángela.
Le dijo a mi marido que quitara el toro de su plato.
—Se puede tomar un trozo y ponerlo en el plato, pero todo el toro no cabe en el plato. No trates de abarcar demasiado. Pronto habrás consumido el toro entero.
Sus sensatas y reconfortantes palabras me hicieron ver a mí también objetivamente mi situación. ¡Cuántas veces me habré sobrecargado hasta terminar abrumada con todo lo que tenía que hacer! A veces mi día comienza con un nubarrón intimidante y siento que no puedo empezar siquiera a abordar mi lista de tareas. Trato entonces de recordarme a mí misma: «Un bocado a la vez. Así se come uno un toro».