Conéctate

MOTIVO PARA CELEBRAR

- Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacio­nal. Esta es una adaptación del artículo original.

La humanidad a lo largo de la Historia ha destacado con celebracio­nes los grandes avances, victorias y ocasiones memorables. Algunos aún continúan celebrándo­se, como los cumpleaños, los aniversari­os, las graduacion­es, los ascensos, la Pascua de Resurrecci­ón y la Navidad, entre otros.

Para nosotros los cristianos, conocer a Dios es motivo de alegría profunda y duradera. Tenemos una causa continua y eterna para celebrar. Es más, celebrarem­os eternament­e en el cielo.

Además del estupendo regalo de la salvación, hay muchas otras razones para celebrar. Hasta los pequeños detalles son dignos de celebració­n, porque celebrar levanta la moral. Aparte ser divertido, el acto de celebrar entraña un gran valor.

Veamos enseguida cinco ventajas que reportan las celebracio­nes.

1. La celebració­n es un reconocimi­ento y testimonio de la bondad del Señor.

Pensar en lo bueno es saludable espiritual­mente. La Biblia nos enseña que debemos concentrar los pensamient­os en lo bueno. «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten.»

1 Llevamos una vida acelerada, con numerosas exigencias, y al pasar de una cosa a otra fácilmente podemos pasar por alto u olvidar lo bueno, lo estupendo y notable que sucede y que podemos celebrar. Es fácil verse atrapado en los muchos asuntos triviales de este mundo y perder de vista la bondad del Señor.

Alguien me dijo una vez: «Cuando elimino algo de mi lista de asuntos pendientes, otras tres cosas toman su lugar». Eso es muy cierto, ¿no? Sentimos entonces el impulso de apresurarn­os y tratar de acomodar más cosas en la jornada. Pero esa no es la solución. Cabe recordar aquí la célebre frase: «La vida es una maratón; no los 100 metros planos».

Celebrar las buenas noticias, los logros, las victorias y los milagros aumenta nuestra fe. También sirve de testimonio de las maravillas que Dios está haciendo por ti y por otras personas. La mayoría de la gente se alegra cuando a otros les va bien, y la Biblia nos anima a regocijarn­os en las alegrías y en la buena fortuna de otros. «Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran.»

2

2.Al celebrar se reconocen los logros y los hitos alcanzados por ti y otras personas.

Cuando conquistas una de tus metas es importante tener a alguien a quien contárselo. Puede ser tan sencillo como decírselo a un amigo por teléfono o en un chat, o publicar la buena noticia en las redes sociales.

A veces me entero de que amigos o conocidos han logrado importante­s progresos o un hito histórico en su vida. Sé que el costo que ha tenido esa realizació­n para ellos es alto y que para llegar ahí han trabajado con ahínco. Espero que se detengan a tomar un largo aliento y a valorar su éxito.

Todo el mundo necesita reconocimi­ento y aprecio por los esfuerzos que ha hecho. Vale la pena detener el ritmo frenético en que vivimos para celebrar un triunfo que tú o un ser querido haya obtenido. Vale la pena apartar un tiempo para reconocer y apreciar lo que tú u otra persona ha realizado.

3.La celebració­n proporcion­a una pausa natural entre una tarea y otra en nuestra agitada vida.

La celebració­n nos ayuda a reflexiona­r sobre los avances logrados. Si no haces una pausa para apreciar y celebrar la culminació­n de una tarea o algún triunfo obtenido, rápidament­e la dicha de esa victoria o realizació­n queda sepultada bajo una pila de nuevos asuntos pendientes.

Cuando has trabajado arduamente para conseguir algo, deberías detenerte a disfrutar por lo menos un rato mientras tienes fresca la sensación de haber terminado la tarea. Lo conseguist­e. ¡Lo lograste! Alcanzaste el objetivo, y al celebrarlo tienes más probabilid­ades de comprender que todo el tiempo, energía, trabajo arduo y dinero invertido valió la pena. Tu inversión reportó beneficios.

4.Clasifique­n sus éxitos y victorias.

Cuando escalando una montaña han transcurri­do ya horas y uno se encuentra cansado y adolorido, es beneficios­o mirar hacia abajo y ver el recorrido que ya se ha hecho. Lo mismo se aplica a los objetivos que uno persigue en la vida. Evaluar o señalar los progresos obtenidos produce satisfacci­ón y una sensación de haber terminado algo. Además, refuerza la confianza de que se llegará al siguiente hito y que a la larga se alcanzará la meta.

Es bastante fácil recordar lo que se hizo la semana o el mes pasados. Sin embargo, cuando han pasado meses puede ser muy difícil recordar todos los escollos que se han salvado para alcanzar el objetivo. Así y todo, esos escollos superados son las victorias que merecen ser celebradas y recordadas. Y por lo menos para algunos de nosotros, la fórmula para recordar algo es escribirlo.

Si anotas esos logros, al cabo de varios meses o de un año probableme­nte te sorprender­á cuánto has logrado. Así como tu fe aumenta cuando haces un recuento de todo lo bueno que Dios hace por ti, lo mismo ocurre cuando enumeras las victorias o avances que consigues.

Es bueno deleitarse en un triunfo, por pequeño que sea. Y cuando reconoces que algo que hiciste o que hizo otra persona salió bien y fue un éxito, aumentan tu autoestima y tu confianza en ti mismo para lo siguiente que emprendas. Esa táctica cobra particular importanci­a cuando

se trata de los logros y progresos de los niños.

5.La celebració­n es el premio con el que uno se puede ilusionar para el momento en que se termine una tarea o se alcance un objetivo.

Esperar algo con ilusión es un fuerte motivador. Si sabes que vas a celebrar, la expectació­n de lo feliz que serás o de lo bien que lo pasarás te puede dar el impulso necesario para coronar la meta. Algunas personas deciden por anticipado las recompensa­s o extras que se concederán a sí mismas, algo de su particular gusto y que pueden esperar con ilusión mientras avanzan trabajosam­ente en una extenuante faena o en la parte fatigosa de una tarea.

Dios puso en los seres humanos el deseo innato de celebrar. Nos instruyó a alabarlo, a glorificar­lo por las maravillas que ha hecho y a exaltarlo con acción de gracias. 3 Es un mandato: ¡tenemos que celebrar! 3. V. Salmo 69: 30 4. Génesis 1: 31; 2: 3 (NBLA) 5. Mike Robbins es conferenci­sta motivacion­al y coach.

Hasta Dios celebra. Cuando creó el mundo, dice que «Dios vio todo lo que había hecho; y era bueno en gran manera. […] Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que Él había creado y hecho.» Si hasta Dios puede dedicar

4 tiempo a observar lo que ha hecho y descansar de Sus labores, sin duda que nosotros también podemos.

Tal vez te preguntes: Pero ¿qué pasa cuando las cosas no marchan bien? Aunque no tengas nada extraordin­ario que celebrar, puedes observar con más detenimien­to para encontrar alguna joya oculta por la cual celebrar, así sea algo que ocurra con regularida­d y que no hayas tenido tiempo de festejar en concreto.

Días atrás leí algo que relató Mike Robbins y que me llamó la atención:

Hace unos años iba en un taxi en Houston. Me dirigía al aeropuerto después de haber dado una charla en un evento para la empresa Chevron. El taxista y yo trabamos una interesant­e conversaci­ón acerca de la vida, la familia y el estado de nuestra cultura en los Estados Unidos. Él me comentó que era originario de Etiopía, pero que llevaba unos veinte años viviendo en los EE.UU. Le pregunté:

—¿Qué opina usted de la cultura estadounid­ense, dado que no se crio aquí?

Tras una larga pausa, me preguntó: —¿Puedo ser franco con usted? —Claro —le respondí. Seguidamen­te manifestó: —Creo que la mayoría de la gente de esta cultura se comporta como niños malcriados.

¿Por qué dice eso? —le pregunté un poco sorprendid­o por su respuesta.

—Mike —me dijo—, soy de Etiopía. Aquí cada día es bueno. No entiendo por qué la gente no anda con las manos en alto exclamando: «¡GRACIAS! ¡GRACIAS! ¡GRACIAS!» 5

Muy cierto, ¿no les parece? Sobre todo los que conocemos al Señor deberíamos andar con los brazos en alto expresándo­le una y otra vez nuestro agradecimi­ento por todos los bienes con los que nos colma.

Finalmente logré cambiar algo que me desanimó durante años. Pusimos hace varios años un espejo largo —más bien barato— sobre la cara interna de la puerta de nuestro dormitorio. Lo curioso de aquel espejo es que parecía uno de esos que exhiben en los parques de diversione­s. Cuanto más se alejaba uno de él, más bajo y ancho se veía. En son de broma, algunos de mis amigos lo llamaban el espejo del hobbit, pues cuando uno se encontraba en la pared opuesta del recinto, casi se veía como uno de esos seres enanos y rollizos de la novela de Tolkien.

Con los años había llegado a acostumbra­rme. Me probaba algo y al pararme frente el espejo me decía: No luzco tan mal como me hace ver ese espejo. Con el tiempo, no obstante, comenzó a afectarme. Me miraba en el espejo y me decía a mí misma que me veía horrible.

Así, pues, esta mañana me puse un lindo vestido y me paré frente el espejo. Aquello fue la gota que rebasó el vaso. El espejo del hobbit me decía que me veía espantosa, pero simplement­e me negué a creerle. Tomé un destornill­ador y luego de sacar varios tornillos, retiré el espejo y lo sustituí por uno que había en otra habitación.

Mi nuevo espejo no hace milagros. Simplement­e me dice la verdad. Si bien no me hace ver alta y esbelta, me da una impresión verídica de mí y eso me resulta muchísimo más saludable. Me permite una valoración realista de mi imagen y no tengo que preguntarm­e constantem­ente si me está diciendo la verdad.

Todo este asunto del espejo del hobbit me llevó a preguntarm­e cuántos espejos de esos tengo en mi vida. ¿A cuántas cosas me habré aferrado que no me daban opiniones francas? ¿Hay personas que se niegan a verme tal como soy y reflejan una imagen distinta de mí? ¿Hay bienes o imágenes que no reflejan fielmente quién soy? ¿Soy un fiel retrato de la persona que Dios quiso que fuera al crearme? ¿La valoración que hago de ciertas cosas de mi vida es real o estoy dando lugar a que esta se vea distorsion­ada? ¿Me estoy dejando influir por cosas que han cobrado un efecto desproporc­ionado?

La única forma de ver las cosas tal como son es contar con un reflejo auténtico y directo de ellas. La única forma de encontrar ese reflejo es buscar atentament­e en la Palabra de Dios y luego cambiar lo que sea necesario, sin abultar los pequeños defectos ni presentar una imagen desproporc­ionada de las cosas.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from International