ASCENSO AL MONTE DINARA
Había sido un verano largo e intenso, con muchas obras sociales y actividades enfocadas al buen funcionamiento de nuestro centro de voluntariado en Croacia. Por eso, con mi esposo Paolo, aguardábamos con ansias darnos unas vacaciones en la costa croata para descansar y distendernos. Ya que todavía hacía bastante calor, decidimos combinar días de playa con jornadas de senderismo.
Nos proponíamos escalar el monte Dinara, el más alto del país. Para ello reunimos mapas, información, consejos de los lugareños y todo lo que pudiera servirnos de ayuda en el ascenso. Entonces sucedió lo imprevisto. La víspera del ascenso, al agacharse a recoger una botella vacía de agua, Paolo sintió un pinchazo extraño en la espalda. Al momento no le dio mayor importancia. Dos horas más tarde, el fuerte dolor de espalda le impedía moverse. No tardamos en comprender que en vez de ascender al Dinara, los días siguientes tendríamos que dedicarlos a atender aquella situación médica.
En determinado momento Paolo me miró y me dijo:
—Íbamos a ascender el Dinara y ahora escalamos un Dinara diferente. Pero aunque sea un ascenso difícil llegaremos a la cima. Debemos tener en cuenta continuamente que en tanto que continuemos avanzando, a su tiempo veremos y alcanzaremos la cumbre.
En los días que siguieron tuvimos muy presente ese paralelismo. Fueron jornadas agitadas, pues nos tocó llamar una ambulancia, Paolo se tuvo que inyectar antiinflamatorios, y todavía no sabíamos cómo íbamos a regresar a casa. Aunque vivimos momentos difíciles, plagados de situaciones inesperadas, como siempre, Dios lo resolvió todo. Su presencia fue constante y Su guía impecable, tal y como ocurre sin excepción.
Si bien cabría pensar que no fueron unas vacaciones muy gratas, fueron lo que debían ser. Salimos con la intención de nadar y escalar montañas, y eso fue lo que hicimos. Escalamos otro tipo de montaña y con la ayuda de Dios alcanzamos la cumbre.
Todo el mundo tiene que trepar montañas en algún momento de la vida. Quizá tenga que ver con trastornos de salud, hasta mucho más graves o duraderos que los nuestros. A lo mejor esa montaña se te presente en el ámbito de las relaciones o en tu situación laboral o problemas económicos. Tal vez te sientas solo o deprimido. No importa de qué montaña se trate, cuando empieces a escalarla recuerda que aunque quizá no sepas la altura que tiene o cuánto te va a tomar ascenderla, de la mano de Dios y con Él como guía montañista, coronarás la cumbre.