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REMONTAR EL ACIAGO PRESENTE

- Marie Alvero Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU.

Pasé gran parte de mi juventud viajando en transporte público. Los buses en Polonia suelen estar tan llenos que uno puede sostenerse en pie con la sola presión de los viajeros, sin apoyarse en sus propias piernas ni agarrarse del pasamanos. Pero como nosotros vivíamos al final de la línea, poco a poco el bus se iba vaciando, y cuando lo hacía había que estar sentado o agarrarse bien para no caerse.

Eso me recuerda al mundo en que vivimos. Hubo un tiempo —en realidad, no hace tanto— en que las normas y expectativ­as de la sociedad en gran parte del mundo occidental se basaban en la moral y los valores cristianos. Aun los devotos de otras religiones o los que no profesaban ninguna fe en su mayoría se avenían a valores cristianos generalmen­te aceptados. Por contraste, hoy en día muchos de esos mismos países son ya sin duda poscristia­nos.

Lamentable­mente algunas personas ven la fe como algo anticuado, asfixiante y ajeno a los problemas que enfrenta el mundo moderno. Eso puede resultar desalentad­or. A veces tengo la impresión de que Goliat está abatiendo a David o que lo más que puedo hacer para cambiar la sociedad es perseverar, ser fiel a mi fe y rezar para que Dios se ocupe de lo que escapa de mis manos.

No estamos en un punto en que la multitud atestada en el bus nos pueda sostener en pie, lo que nos puede llevar a pensar que andamos prácticame­nte solos en esta travesía. Ejercer una influencia positiva en el entorno puede parecer difícil, sinónimo de aguantar, resistir y luchar. Podríamos enfrentar oposición y puede que no tengamos ninguna incidencia en el desenlace. Con todo, este es el momento de aguantar firmes y descubrir lo certeras que son la Palabra de Dios y sus verdades. Si somos fieles, ya hemos vencido, porque el que mora en nosotros es mayor que cualquier obstáculo.

1 1. V. 1 Juan 4: 4.

Jesús, gracias por haber venido a la Tierra y haber entregado Tu vida por mí para poder obtener el perdón de mis pecados, experiment­ar Tu amor y Tu bondad ahora mismo y contar con la promesa de la vida eterna en el Cielo. Te abro mi corazón y te invito a entrar. Te ruego que me llenes de Tu Espíritu Santo y me ayudes a conocerte mejor por medio de la lectura de Tu Palabra en la Biblia. Amén.

Si aún no has conocido al Hombre capaz de ayudarte a efectuar los cambios que deseas y además sanarte, protegerte y concederte vida eterna, puedes encontrarl­o ahora mismo invitando a Jesús a formar parte de tu vida. No tienes más que rezar esta breve oración:

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