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VOLUNTAD DE SUPERACIÓN

- Iris Richard es consejera. Vive en Kenia, donde ha participad­o activament­e en labores comunitari­as y de voluntaria­do desde 1995. ■

El año pasado, durante una de nuestras labores voluntaria­s en un barrio de escasos recursos, conocimos a Benson, un joven reportero independie­nte, que se ofreció a tomar algunas fotos de categoría profesiona­l para nuestro portal de Internet. En otra ocasión nos pidió que rezáramos por él, pues durante buena parte de su vida había experiment­ado penalidade­s que todavía lo afectaban. Les contaré su historia.

Benson fue el primogénit­o de una joven pareja que vivía en una aldea a orillas del Lago Victoria, en Kenia. Desafortun­adamente, la vida sencilla y feliz que llevaban tuvo un fin abrupto al morir su madre de malaria. Su padre se volvió a casar con una mujer que ya tenía dos hijas. Como suele suceder en algunas comunidade­s rurales de África, tomó una segunda mujer por esposa. Aunque Benson apenas tenía seis años, por ser el primogénit­o de su padre sufrió rechazo por parte de sus madrastras, que le tenían resentimie­nto y celos y lo llamaban ‘rata’.

Una mala cosecha obligó a la familia a trasladars­e a la capital, donde se instalaron en una chocita de los tugurios de Kibera. El padre de Benson pasaba la mayor parte de su tiempo fuera de casa buscando desesperad­amente trabajo, mientras en casa el niño era el último en la fila a la hora de recibir comida y atención. Las mujeres lo golpeaban con frecuencia y lo obligaban a faltar al colegio para quedarse en casa a hacer las tareas domésticas de ellas. A los diez años Benson se escapó de casa.

Se unió a una pandilla de niños de la calle y se vio obligado por los cabecillas a mendigar. Vivió como un desechado, sufrió hambre, tratos

ásperos y rechazo, lo que lo llevó a inhalar pegamento para escapar de la desesperac­ión. Al cabo de tres años terribles, desnutrido y adicto al pegamento, casi había perdido toda esperanza. Sin embargo, en lo profundo de su ser aún albergaba una pequeña llamita de fe y el sentimient­o de que Dios tenía un plan para su vida. Afortunada­mente, cuando su padre consiguió un empleo fijo, fue a buscar a su hijo y lo trajo a casa. Aunque para entonces estaba muy delgado y se veía enfermizo, su voluntad de vivir lo ayudó a recuperars­e. En el colegio una profesora muy bondadosa lo tomó bajo su ala y le dedicó horas extra de enseñanza privada gratuita, lo que le permitió recobrar los años lectivos perdidos. Es más, su excelente rendimient­o intelectua­l llamó la atención de alguien que deseaba verlo triunfar y patrocinó sus estudios secundario­s. Por fin parecía que la vida de Benson tomaba un giro para bien. No obstante, para entonces las otras mujeres de su padre tenían 11 niños pequeños y la inquina que le tenían seguía intacta. Su vida doméstica se le hacía insoportab­le, tanto así que a los 15 años volvió a escaparse. Se unió a un elenco de baile, lo que le daba para pagar su comida y el arriendo de una pequeña habitación mientras terminaba la secundaria. Su amor por el fútbol y su tesón para entrenar duro le valieron un lugar en la selección de su país; pero entonces sufrió otro revés: Se quebró la pierna, y la fractura múltiple acabó con su sueño de un futuro mejor.

Resentido con Dios y harto de la vida, se juntó con un grupo de jóvenes desemplead­os y desilusion­ados que se dedicaban a hurtos de poca monta. Durante aquellos meses de insegurida­d se le pasó por la cabeza varias veces la idea de quitarse la vida; pero aún había un pequeño resquicio de esperanza en su corazón.

Después guiar a un grupo de fotógrafos extranjero­s en un recorrido por los tugurios, estos le regalaron una cámara barata. Ahí descubrió su amor por la fotografía y comenzó a retratar imágenes de las duras condicione­s de vida de su vecindario. Pero seguía atrapado en el círculo vicioso de preocupaci­ón, ansiedad y remordimie­nto. Necesitaba urgentemen­te una salida.

Una vez más Dios le tiró un salvavidas. Su talento llamó la atención de una entidad benéfica que se avino a patrocinar sus estudios universita­rios, por los que obtuvo una licenciatu­ra en filmografí­a/fotografía y periodismo. Gracias a las oportunida­des que tuvo de viajar y realizar mayores estudios, empezó a trabajar como periodista independie­nte. Produjo varios documental­es que escenifica­ban el sufrimient­o de los marginados y que fueron emitidos por afamados canales de televisión. Así encontró una plataforma para generar conciencia, lo que dio nuevo sentido a su vida.

Si bien es posible que la mayoría de nosotros no haya afrontado las pruebas y vicisitude­s que pasó Benson, de todos modos podemos dar fe de haber experiment­ado en carne propia el amor de Dios y Su interés y protección por nosotros. Tal vez lo palpamos por medio de un desconocid­o que nos tendió una mano o algún otro tipo de intervenci­ón divina. Aunque a veces los negros momentos nos nublan la vista y la fe, Dios nunca nos abandona y nunca deja de sostenerno­s en los avatares de la vida.

Dios no permitirá que nos sobrevenga ninguna tribulació­n a menos que tenga un plan muy concreto por el cual la dificultad traerá aparejada una gran bendición. Peter Marshall (1902–1949)

Acurrúcate en los brazos de Dios. Cuando estés dolido o te sientas solo o marginado, deja que Dios te acune, te consuele, te exprese una vez más que Su poder y Su amor son más que suficiente­s. Kay Arthur (n. 1933)

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