MÁS COMO JESÚS: GOZO
El gozo cristiano se halla íntimamente ligado a la fe, la esperanza y la gratitud. Está vinculado a una perspectiva de la vida a largo plazo basada en la fe en Dios, la confianza en lo que nos ha expresado a través de la Escritura y la noción de que nuestra vida terrenal es apenas la fase inicial de nuestra eterna relación con el Señor.
Nuestro gozo se basa en la fe que depositamos en lo que nos enseña la Escritura, a saber: que Dios es nuestro Creador; que aunque la humanidad está distanciada de Él a causa de nuestros pecados, ha allanado el camino para que nos reconciliemos con Él mediante la muerte expiatoria de Jesús y el perdón de nuestros pecados; que gracias a esa reconciliación, entablamos relación con Él, Su Espíritu mora dentro de nosotros y nuestro vínculo perdura por la eternidad.
Nuestra fe en Dios y profunda confianza en Sus promesas de salvación, reconciliación y, en última instancia, de la eternidad con Dios contribuyen a darnos paz interior y una perspectiva optimista y serena del futuro. Nuestras creencias generan esperanza —la expectativa de un futuro halagüeño— y propician que vivamos con gozo.
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por Su gran misericordia y mediante la resurrección de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, para que recibamos una herencia incorruptible,
incontaminada e imperecedera. Esta herencia les está reservada en los cielos a ustedes, que por medio de la fe son protegidos por el poder de Dios, para que alcancen la salvación, lista ya para manifestarse cuando llegue el momento final.1
La gratitud tiene parentesco con el gozo. Cuando estamos agradecidos por lo que Dios ha hecho por nosotros… cuando ponemos el foco en Su bondad, amor y atención, y nos contentamos con Sus bendiciones, tenemos motivo para regocijarnos. Estar agradecidos por las bendiciones que Dios nos otorga contribuye a que vivamos con gozo, toda vez que adoptamos una actitud positiva hacia la vida.
A quien sin haber visto, ustedes lo aman, y a quien ahora no ven, pero creen en Él, y se regocijan grandemente con gozo inefable y lleno de gloria.2
Dado que el gozo es una reacción a lo que es Dios y a las bendiciones de las que gozamos con Él, y no a nuestras circunstancias, puede crecer y estar saludable aun en tiempos de pesar y sufrimiento.
Nos gloriamos en las tribulaciones.3 Están siendo probadas con muchas aflicciones y además son muy pobres; pero a la vez rebosan de abundante alegría, la cual se desbordó en gran generosidad.4 Hay dolor en nuestro corazón, pero siempre tenemos alegría.5
No es fácil regocijarnos en nuestras penas. Es más, en términos generales, no es natural estar gozosos y regocijándonos constantemente. Muchos queremos cultivar un espíritu alegre, pero no es algo que podamos hacer por virtud propia. La alegría o gozo es un fruto del Espíritu, y para cultivarlo es preciso izar nuestras velas de modo que el aliento del Espíritu nos impulse con rumbo al gozo.
Una forma de izar nuestras velas es leer, absorber y llevar a la práctica las enseñanzas de la Escritura. Dirigiéndose a Sus discípulos poco antes de Su crucifixión, Jesús dijo:
Si guardan Mis mandamientos, permanecerán en Mi amor, así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre y permanezco en Su amor. Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto.6
Al leer la Biblia, el Espíritu de Dios se vale de la Escritura para hablarnos al corazón, consolarnos y guiarnos, y así insuflarnos fe y esperanza, que sirven de peldaños para alcanzar el gozo. Hacemos lo que podemos permaneciendo en la Palabra de Dios, y el Espíritu se mueve en nosotros para comunicarnos alegría.
Cultivamos el gozo depositando nuestra confianza en Dios. Ser digno de confianza es parte de la esencia de Dios, parte de Su carácter. A lo largo de las Escrituras se nos exhorta a poner en Él nuestra confianza. Confiar en Él significa ponernos al cuidado de Él, sabiendo que nos ama y vela por nuestros mejores intereses.
En Él se alegrará nuestro corazón, porque en Su santo nombre hemos confiado.7 Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es Su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.8 Sean o no agradables nuestras circunstancias, debemos mostrarnos agradecidos. Eso no quiere decir que debemos agradecer las circunstancias difíciles que se nos presentan, pero sí dar gracias en medio de cada circunstancia, sea buena o sea mala. La Escritura nos enseña a dar gracias al Señor por obrar para bien en nuestras actuales circunstancias, sabiendo que Él no nos dará cargas que no podamos sobrellevar y que Su gracia nos basta para poder sobrellevarlas. A medida que le agradecemos y lo alabamos, experimentamos el gozo que representa nuestra herencia en Cristo.9
Como ya hemos visto, la alegría cristiana está asociada a nuestro credo y es consecuencia de él. Consideramos a Dios nuestro Padre y Creador. Creemos en Su Palabra, que nos habla de Él; la empleamos como principio orientador para tomar buenas decisiones. Mantenemos una relación viva y recíproca con Él, que
continuará por la eternidad. El autor Michael Zigarelli escribió sobre lo que significa poseer ese gozo.
Desde una óptica bíblica, podemos definir el gozo como «conservar a diario un espíritu de regocijo en medio de toda circunstancia». Es más que un contentamiento interior, más que estar alegre y satisfecho con la vida en términos generales.10
Zigarelli descubrió que quienes manifestaron sentirse gozosos «con frecuencia» o «siempre», exhibían también otras características afines a Cristo en mayor medida que quienes «rara vez» o «solo a veces» estaban gozosos. Explicó que las «virtudes en las que más influye el gozo reiterado eran la bondad y la paciencia».11
Si bien es cierto que las cosas de naturaleza espiritual son difíciles de cuantificar o medir, y una encuesta desde luego se basa en interpretación, me pareció que el sondeo de Zigarelli proporciona una orientación útil al señalar que la puesta en práctica de determinadas virtudes al parecer lo ayuda a uno a alcanzar una mayor semejanza con Cristo. Este investigador encontró que aunque muchos cristianos eran duchos en teocentrismo y gratitud, revelaban en su vida un gozo por debajo del promedio. Según la misma encuesta a esas personas en general les costaba practicar bondad y paciencia. Indicó que cuando una persona —que en otros aspectos vive en armonía con Dios— no experimenta un gozo constante, tiende a ser brusca con los demás, poco tolerante con las irritaciones de la vida y menos generosa.
Para crecer en alegría es requisito pensar y meditar con regularidad en la benevolencia y el amor con que Dios nos trata. El gozo es producto de nuestra lectura, creencia y práctica de la Palabra de Dios; de la morada del Espíritu Santo en nosotros, amén del sacrificio que Jesús hizo por nosotros. El gozo cristiano implica llevar una vida dentro del marco de conciencia del amor y desvelo que Dios manifiesta por nosotros, afrontar los altibajos de nuestra existencia con fe profunda en que el Señor siempre está presente consolándonos y atendiéndonos, y contentarnos y regocijarnos porque estamos siempre bajo Su amoroso amparo.