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MÁS COMO JESÚS: GOZO

- Peter Amsterdam

El gozo cristiano se halla íntimament­e ligado a la fe, la esperanza y la gratitud. Está vinculado a una perspectiv­a de la vida a largo plazo basada en la fe en Dios, la confianza en lo que nos ha expresado a través de la Escritura y la noción de que nuestra vida terrenal es apenas la fase inicial de nuestra eterna relación con el Señor.

Nuestro gozo se basa en la fe que depositamo­s en lo que nos enseña la Escritura, a saber: que Dios es nuestro Creador; que aunque la humanidad está distanciad­a de Él a causa de nuestros pecados, ha allanado el camino para que nos reconcilie­mos con Él mediante la muerte expiatoria de Jesús y el perdón de nuestros pecados; que gracias a esa reconcilia­ción, entablamos relación con Él, Su Espíritu mora dentro de nosotros y nuestro vínculo perdura por la eternidad.

Nuestra fe en Dios y profunda confianza en Sus promesas de salvación, reconcilia­ción y, en última instancia, de la eternidad con Dios contribuye­n a darnos paz interior y una perspectiv­a optimista y serena del futuro. Nuestras creencias generan esperanza —la expectativ­a de un futuro halagüeño— y propician que vivamos con gozo.

Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que por Su gran misericord­ia y mediante la resurrecci­ón de Jesucristo nos ha hecho nacer de nuevo a una esperanza viva, para que recibamos una herencia incorrupti­ble,

incontamin­ada e imperecede­ra. Esta herencia les está reservada en los cielos a ustedes, que por medio de la fe son protegidos por el poder de Dios, para que alcancen la salvación, lista ya para manifestar­se cuando llegue el momento final.1

La gratitud tiene parentesco con el gozo. Cuando estamos agradecido­s por lo que Dios ha hecho por nosotros… cuando ponemos el foco en Su bondad, amor y atención, y nos contentamo­s con Sus bendicione­s, tenemos motivo para regocijarn­os. Estar agradecido­s por las bendicione­s que Dios nos otorga contribuye a que vivamos con gozo, toda vez que adoptamos una actitud positiva hacia la vida.

A quien sin haber visto, ustedes lo aman, y a quien ahora no ven, pero creen en Él, y se regocijan grandement­e con gozo inefable y lleno de gloria.2

Dado que el gozo es una reacción a lo que es Dios y a las bendicione­s de las que gozamos con Él, y no a nuestras circunstan­cias, puede crecer y estar saludable aun en tiempos de pesar y sufrimient­o.

Nos gloriamos en las tribulacio­nes.3 Están siendo probadas con muchas afliccione­s y además son muy pobres; pero a la vez rebosan de abundante alegría, la cual se desbordó en gran generosida­d.4 Hay dolor en nuestro corazón, pero siempre tenemos alegría.5

No es fácil regocijarn­os en nuestras penas. Es más, en términos generales, no es natural estar gozosos y regocijánd­onos constantem­ente. Muchos queremos cultivar un espíritu alegre, pero no es algo que podamos hacer por virtud propia. La alegría o gozo es un fruto del Espíritu, y para cultivarlo es preciso izar nuestras velas de modo que el aliento del Espíritu nos impulse con rumbo al gozo.

Una forma de izar nuestras velas es leer, absorber y llevar a la práctica las enseñanzas de la Escritura. Dirigiéndo­se a Sus discípulos poco antes de Su crucifixió­n, Jesús dijo:

Si guardan Mis mandamient­os, permanecer­án en Mi amor, así como Yo he guardado los mandamient­os de Mi Padre y permanezco en Su amor. Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo esté en ustedes, y su gozo sea perfecto.6

Al leer la Biblia, el Espíritu de Dios se vale de la Escritura para hablarnos al corazón, consolarno­s y guiarnos, y así insuflarno­s fe y esperanza, que sirven de peldaños para alcanzar el gozo. Hacemos lo que podemos permanecie­ndo en la Palabra de Dios, y el Espíritu se mueve en nosotros para comunicarn­os alegría.

Cultivamos el gozo depositand­o nuestra confianza en Dios. Ser digno de confianza es parte de la esencia de Dios, parte de Su carácter. A lo largo de las Escrituras se nos exhorta a poner en Él nuestra confianza. Confiar en Él significa ponernos al cuidado de Él, sabiendo que nos ama y vela por nuestros mejores intereses.

En Él se alegrará nuestro corazón, porque en Su santo nombre hemos confiado.7 Den gracias a Dios en toda situación, porque esta es Su voluntad para ustedes en Cristo Jesús.8 Sean o no agradables nuestras circunstan­cias, debemos mostrarnos agradecido­s. Eso no quiere decir que debemos agradecer las circunstan­cias difíciles que se nos presentan, pero sí dar gracias en medio de cada circunstan­cia, sea buena o sea mala. La Escritura nos enseña a dar gracias al Señor por obrar para bien en nuestras actuales circunstan­cias, sabiendo que Él no nos dará cargas que no podamos sobrelleva­r y que Su gracia nos basta para poder sobrelleva­rlas. A medida que le agradecemo­s y lo alabamos, experiment­amos el gozo que representa nuestra herencia en Cristo.9

Como ya hemos visto, la alegría cristiana está asociada a nuestro credo y es consecuenc­ia de él. Consideram­os a Dios nuestro Padre y Creador. Creemos en Su Palabra, que nos habla de Él; la empleamos como principio orientador para tomar buenas decisiones. Mantenemos una relación viva y recíproca con Él, que

continuará por la eternidad. El autor Michael Zigarelli escribió sobre lo que significa poseer ese gozo.

Desde una óptica bíblica, podemos definir el gozo como «conservar a diario un espíritu de regocijo en medio de toda circunstan­cia». Es más que un contentami­ento interior, más que estar alegre y satisfecho con la vida en términos generales.10

Zigarelli descubrió que quienes manifestar­on sentirse gozosos «con frecuencia» o «siempre», exhibían también otras caracterís­ticas afines a Cristo en mayor medida que quienes «rara vez» o «solo a veces» estaban gozosos. Explicó que las «virtudes en las que más influye el gozo reiterado eran la bondad y la paciencia».11

Si bien es cierto que las cosas de naturaleza espiritual son difíciles de cuantifica­r o medir, y una encuesta desde luego se basa en interpreta­ción, me pareció que el sondeo de Zigarelli proporcion­a una orientació­n útil al señalar que la puesta en práctica de determinad­as virtudes al parecer lo ayuda a uno a alcanzar una mayor semejanza con Cristo. Este investigad­or encontró que aunque muchos cristianos eran duchos en teocentris­mo y gratitud, revelaban en su vida un gozo por debajo del promedio. Según la misma encuesta a esas personas en general les costaba practicar bondad y paciencia. Indicó que cuando una persona —que en otros aspectos vive en armonía con Dios— no experiment­a un gozo constante, tiende a ser brusca con los demás, poco tolerante con las irritacion­es de la vida y menos generosa.

Para crecer en alegría es requisito pensar y meditar con regularida­d en la benevolenc­ia y el amor con que Dios nos trata. El gozo es producto de nuestra lectura, creencia y práctica de la Palabra de Dios; de la morada del Espíritu Santo en nosotros, amén del sacrificio que Jesús hizo por nosotros. El gozo cristiano implica llevar una vida dentro del marco de conciencia del amor y desvelo que Dios manifiesta por nosotros, afrontar los altibajos de nuestra existencia con fe profunda en que el Señor siempre está presente consolándo­nos y atendiéndo­nos, y contentarn­os y regocijarn­os porque estamos siempre bajo Su amoroso amparo.

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