¿ERES CAPAZ?
Siendo realista, ¿qué crees que puedes llegar a ser o lograr? Tu respuesta dependerá en parte de cómo definas la palabra realista. Nadie sabe mejor que Dios de qué somos capaces. Muchas veces, para Él, ser realista es tener en cuenta nuestro potencial.
Él está al corriente de cuáles son nuestras limitaciones. «Conoce nuestra condición; se acuerda de que somos polvo».1 Pero también mira nuestro corazón y ve continuamente lo que podemos llegar a ser.
Dios espera que pongamos de nuestra parte, pero tampoco nos pide perfección. Sabe que nunca seremos perfectos. Nos conviene, pues, ser sensatos y asimilar que es una tontería pretender o fingir ser perfectos. Tenemos que esforzarnos, sí; pero no se trata de alcanzar la perfección. Eso es lo hermoso de los designios divinos.
Si hemos reconocido en Jesús a nuestro Salvador, Él vive en nosotros. Y si somos conscientes de nuestra debilidad e imperfección, Su Espíritu puede obrar en nosotros y por intermedio de nosotros. «Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros».2 Su fortaleza se perfecciona en nuestra debilidad.3 A Dios le encanta hacer cosas extraordinarias por medio de la gente más insospechada e imperfecta que se encuentra en situaciones a todas luces imposibles. Lo hace para demostrarnos lo que es capaz de hacer. No tiene nada que ver con lo buenos o capaces que seamos como personas. Es todo por obra de Dios, Su bondad y Su poder.
Para Dios nada es imposible. Él sabe que independientemente de lo que haya pasado antes y de nuestras debilidades o defectos vigentes, podemos cambiar. Él puede obrar en las circunstancias en que nos encontremos y valerse de ellas. Debemos aprender a vernos desde la óptica de la fe, desde la perspectiva de lo que podemos llegar a ser y lo que el poder transformador de Dios es capaz de obrar en nosotros, lo que Jesús puede llegar a ser en nosotros.
No te preocupes, pues, si no eres perfecto. Al fin y al cabo, ¿quién lo es? Todavía puedes llegar a ser un cristiano fecundo si permites que el Espíritu de Dios obre en ti y a través de ti. Su Espíritu compensará tus tachas y defectos. Dios no necesita de nuestra perfección para obrar Sus maravillas.
Démosle oportunidad de obrar, no fijándonos en nuestras carencias e imperfecciones, sino más bien acudiendo a Él para ayudarnos a alcanzar el tope de nuestras posibilidades mientras ponemos de nuestra parte para que «así alumbre [nuestra] luz delante de los hombres, de modo que vean [nuestras] buenas obras y glorifiquen a [nuestro] Padre que está en los cielos».4
1. Salmo 103:14
2. 2 Corintios 4:7
3. V. 2 Corintios 12:9
4. Mateo 5:16