UNA MENTE RENOVADA
En cierta ocasión una señora me contó que se había esforzado mucho por albergar exclusivamente pensamientos positivos, pero no había conseguido persistir en su propósito. Aun cuando lograba mostrarse optimista, muchas veces por dentro se sentía ofuscada. El método de autoayuda que había elegido para intentar ser más positiva prescindía de Dios. Por eso, cuando las cosas le salían mal, no contaba con nada sólido y firme en qué apoyarse.
Atribuir solidez y firmeza a la fe en Dios puede parecer paradójico, pero es cierto. «La fe es la firme seguridad de las realidades que se esperan, la prueba convincente de lo que no se ve».1 Frente a las dificultades y decepciones, la fe es mucho más eficaz que un simple ejercicio mental, toda vez que está respaldada por las promesas que Dios nos hizo en Su Palabra, promesas que producen resultados concretos cuando uno cree en ellas y las aplica a situaciones de la vida real.
Además de ser capaces de modificar una situación de apuro, esas promesas tienen la virtud de transformarnos a nosotros. La Biblia dice: «Sean transformados mediante la renovación de su mente».2 Gracias a esas «preciosas y grandísimas promesas» podemos llegar «a ser participantes de la naturaleza divina».3
Es posible, mediante un acto voluntad, desterrar los pensamientos negativos. Sin embargo, a menos que ocupemos el vacío que dejan, nos volverán a invadir. ¿Con qué debemos sustituirlos pues? ¿Qué hay más positivo y más poderoso que la Palabra viva del Dios vivo? Acompañada de la oración, la Palabra divina nos edifica y nos transforma, y puede darnos la victoria sobre todo pensamiento desagradable y negativo, además de sus consecuencias.
En la medida en que hagamos un esfuerzo sostenido por reemplazar los pensamientos negativos por otros positivos derivados de la Palabra de Dios, nos iremos haciendo el hábito. Aprenderemos, como dice la Biblia, a «llevar cautivo todo pensamiento»4.
Claro que resulta muy difícil hacer eso en medio de este tumultuoso mundo. La mente de Dios no se encuentra en los bulevares de la vida social ni en las tiendas de hobbies. Para conectar con Él hay que buscar un sitio libre de distracciones. «Cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público».5
No hay mejor lugar para renovarse mentalmente que el aposento de la oración, a solas con Dios. Cuando nos apartamos de las cosas temporales que nos distraen y nos hostigan, cuando nos enfocamos en la presencia de Dios y fijamos la mente en las cosas de Él, Su poder transformador comienza a obrar en nosotros. Entonces cambiamos y nos renovamos.
1. Hebreos 11:1 (RVR1977)
2. Romanos 12:2 (NVI)
3. 2 Pedro 1:4
4. 2 Corintios 10:5
5. Mateo 6:6