LA TESIS DE LA BAÑERA
No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta. Romanos 12:2 (NTV) Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. Santiago 4:8
¡Parece que por fin repararemos la bañera! Eso pensé al regresar a nuestro centro misionero y encontrar a un hombre pintando la bañera en el baño de adelante.
En nuestra casa ya se nota el paso del tiempo. Por lo visto los ocupantes anteriores tenían predilección por el esmalte verde en sus baños. Si bien sobrevivimos un tiempo a esa sorprendente tonalidad, el esmalte verde ya empezaba a descascararse; así que era hora de una renovación hecha y derecha. Confieso la satisfacción que sentí al ver la tina pintada de blanco reluciente. El maestro trabajó rápidito, mucho más de lo esperado, y en menos que canta un gallo la tina se veía como nueva.
Entonces… como se lo habrán imaginado, apenas unos días después el blanco brillante daba paso al… ¿verde? Resultó que en lugar de quitar bien el esmalte viejo —un proceso minucioso— el maestro simplemente había aplicado encima una capa nueva de pintura. Y esa capa ya se estaba descascarando. ¡Con razón que había terminado la tarea tan rápido! El blanco esmaltado no era más que una fachada, y para colmo, nada duradera. La tina se veía peor que nunca.
Decidí bautizar la enseñanza que me dejó aquella experiencia. La llamé La tesis de la bañera. Se plantea de la siguiente forma:
• Cuando tengo que cambiar algún aspecto de mi vida, debo eliminar primero viejos hábitos, métodos, mentalidades y rutinas. Por mucho esfuerzo que requiera, es absolutamente necesario. No puedo maquillar problemas o errores con la esperanza de que la nueva imagen significa que todo anda bien en mi mundo. Si lo hago terminaré en peor estado que antes.
• La calidad es importante. Las mejoras debe hacerlas la persona indicada y con los materiales indicados.
En más de una ocasión, cuando me siento tentado a disimular apariencias en lugar de esforzarme por lograr transformaciones profundas, recuerdo La tesis de la bañera. Para renovar el corazón me decido por Jesús; no hay mejor maestro. En cada ocasión recurro a Sus preciadas palabras.