DIENTES DE LEÓN y CEBOLLINES
La naturaleza es increíblemente resiliente. La temperatura había caído a punto de congelamiento y aunque había cubierto mis plantas cuidadosamente, me desanimé al ver que algunas habían muerto por la escarcha. Dos días después salí a caminar y vi un diente de león. Eso me recordó que los cambios efectivamente se producen —a veces bien rápido— y que la vida vuelve a brotar con fuerza.
Se supone que el tercer lunes de enero es uno de los días más deprimentes del año. Las fiestas quizá no cumplieron con nuestras expectativas y en todo caso, pasan con demasiada prisa. En el hemisferio norte los días suelen ser oscuros y el tiempo inclemente. Para colmo, las plantas mueren o están en hibernación. Encima, donde vivo yo el polen sale con fuerza durante el invierno. No obstante, después pienso en todo lo que tengo: las mantas abrigadas y bebidas humeantes que me mantienen calentita, lo fácil que es dormirse por la noche cuando está fresco y oscuro. En el invierno parece que hubiera tiempo de sobra para leer un libro, dedicarme a mis pinturas o estudiar temas que me interesan.
Aunque las cosas no resulten bien y haya sufrido pérdidas dolorosas, puedo permitirme seguir creciendo. Al igual que los dientes de león, puedo buscar el más mínimo rayo de sol y tender la mano para ayudar a la gente a superar los rigores del invierno. ¿Sabías que incluso en el día más oscuro del invierno puedes coger la parte inferior de un cebollín, ponerla en agua y colocarla en la ventana de tu cocina, y que a partir de ella crecerá una nueva cebolla verde? Eso nos enseña que todas nuestras piezas rotas pueden renovarse, incluso en los momentos más oscuros.
Mientras haya flores o escarcha, sol o nubes, dientes de león o cebollas largas creciendo en la repisa de mi ventana, seguiré sintiendo el gran amor que Dios abriga por mí. Mientras tenga vida le agradeceré los atardeceres, el sol en los fríos días de invierno e incluso las tormentas que nutren la tierra. Seré resistente como la naturaleza que veo a mi alrededor, porque sé que es una imagen de lo divino. Los dientes de león y las cebolletas pueden enseñarme que en realidad no hay nada por lo que deprimirse. El amor de Dios está a mi alrededor si tengo los ojos para verlo, disfrutarlo y transmitirlo a los demás.
Joyce Suttin es docente jubilada y escritora. Vive en San Antonio, EE.UU. Su blog puede leerse en https://joy4dailydevotionals .blogspot.com/. ■