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DIENTES DE LEÓN y CEBOLLINES

- Joyce Suttin

La naturaleza es increíblem­ente resiliente. La temperatur­a había caído a punto de congelamie­nto y aunque había cubierto mis plantas cuidadosam­ente, me desanimé al ver que algunas habían muerto por la escarcha. Dos días después salí a caminar y vi un diente de león. Eso me recordó que los cambios efectivame­nte se producen —a veces bien rápido— y que la vida vuelve a brotar con fuerza.

Se supone que el tercer lunes de enero es uno de los días más deprimente­s del año. Las fiestas quizá no cumplieron con nuestras expectativ­as y en todo caso, pasan con demasiada prisa. En el hemisferio norte los días suelen ser oscuros y el tiempo inclemente. Para colmo, las plantas mueren o están en hibernació­n. Encima, donde vivo yo el polen sale con fuerza durante el invierno. No obstante, después pienso en todo lo que tengo: las mantas abrigadas y bebidas humeantes que me mantienen calentita, lo fácil que es dormirse por la noche cuando está fresco y oscuro. En el invierno parece que hubiera tiempo de sobra para leer un libro, dedicarme a mis pinturas o estudiar temas que me interesan.

Aunque las cosas no resulten bien y haya sufrido pérdidas dolorosas, puedo permitirme seguir creciendo. Al igual que los dientes de león, puedo buscar el más mínimo rayo de sol y tender la mano para ayudar a la gente a superar los rigores del invierno. ¿Sabías que incluso en el día más oscuro del invierno puedes coger la parte inferior de un cebollín, ponerla en agua y colocarla en la ventana de tu cocina, y que a partir de ella crecerá una nueva cebolla verde? Eso nos enseña que todas nuestras piezas rotas pueden renovarse, incluso en los momentos más oscuros.

Mientras haya flores o escarcha, sol o nubes, dientes de león o cebollas largas creciendo en la repisa de mi ventana, seguiré sintiendo el gran amor que Dios abriga por mí. Mientras tenga vida le agradeceré los atardecere­s, el sol en los fríos días de invierno e incluso las tormentas que nutren la tierra. Seré resistente como la naturaleza que veo a mi alrededor, porque sé que es una imagen de lo divino. Los dientes de león y las cebolletas pueden enseñarme que en realidad no hay nada por lo que deprimirse. El amor de Dios está a mi alrededor si tengo los ojos para verlo, disfrutarl­o y transmitir­lo a los demás.

Joyce Suttin es docente jubilada y escritora. Vive en San Antonio, EE.UU. Su blog puede leerse en https://joy4dailyd­evotionals .blogspot.com/. ■

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