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VENCER EL MAL CON BIEN

- MARIE STORY MARIE STORY VIVE EN SAN ANTONIO (EE.UU.), DONDE TRABAJA COMO ILUSTRADOR­A INDEPENDIE­NTE. ES CONSEJERA VOLUNTARIA EN UN ALBERGUE PARA LOS DESAMPARAD­OS. ■

«NO SEAS VENCIDO por el mal sino vence el mal con el bien.»1 Resulta interesant­e que el apóstol Pablo escribiera eso a los cristianos de Roma, dadas las evidentes similitude­s entre el clima social que había en Roma en el siglo I y el que impera hoy en día en gran parte del mundo.

El mal abundaba en Roma, y su influjo era muy fuerte. No fue precisamen­te por su modestia, bondad y compasión que el Imperio romano se convirtió en la potencia dominante del mundo occidental. La riqueza estaba en manos de unos pocos que se servían de ella para avasallar a los demás. Los acaudalado­s y poderosos vivían con derroche de lujos mientras las masas a duras penas sobrevivía­n. Unos se entregaban a las perversion­es y el libertinaj­e, mientras que otros no hacían caso de esas cosas.

Se practicaba­n numerosas religiones; el cristianis­mo era una más, y Cristo una deidad entre muchas. Teniendo en cuenta la turba de dioses que adoraban los romanos, debía de ser muy difícil convencer a alguien de que Jesús era «el camino, la verdad y la vida.»2

¿Algún parecido con la realidad actual? Es fácil sentirnos rebasados por el mal que hay en el mundo. Todos los días nos enteramos de algún crimen aterrador o alguna espantosa injusticia que se ha cometido. Los medios de comunicaci­ón difunden incesantem­ente noticias de violencia, pesadumbre, tragedia y maldad. Pareciera que en la mente de muchos la vida hubiera perdido su carácter sagrado. ¿Qué podemos hacer para recomponer un mundo tan sumido en el mal?

Ese mismo dilema se les planteó a los cristianos de Roma. Y el consejo del apóstol Pablo sigue igual de vigente: «Vence con el bien el mal». Si vemos un plato sucio, nada remediamos con enojarnos. De nada sirve tampoco hacer como si no lo viéramos. La única solución es someter ese plato a un buen lavado con agua y jabón.

Si un cuarto está oscuro, uno puede echar pestes contra las tinieblas y quejarse de lo insoportab­les que son; pero también puede accionar el interrupto­r o abrir las cortinas y dejar entrar la luz. Lo mismo sucede con los males de la sociedad. Podemos dejar que nos desanimen, nos depriman y nos enojen —«ser vencidos de lo malo»—; o podemos constituir una fuerza de bien con nuestro ejemplo de vida y nuestro reflejo de la luz del evangelio.

No todos los platos terminarán limpios, ni se iluminará cada corazón entenebrec­ido. Sin embargo, cada uno de nosotros puede hacer lo que está dentro de sus posibilida­des día tras día, con cada persona que aborda y cada decisión que toma.

1. Romanos 12:21

2. Juan 14:6

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