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A NUESTROS AMIGOS de tormentas y esperanzas

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Se suele situar, erróneamen­te, el Cabo de Buena Esperanza en el extremo sur del continente africano, cuando en realidad el punto de encuentro entre el océano Atlántico y el Índico se ubica a unos 150 kilómetros al sudeste en el cabo de Agujas. En todo caso, el hecho de que esta confusión haya perdurado y siga arraigada en la mente popular revela lo inaccesibl­e y aterradora que fue la zona durante siglos. Si bien los intentos de circunnave­gar África datan de la era precristia­na, la primera ocasión documentad­a en que se logró doblar con éxito el extremo sur del continente fue en 1488, protagoniz­ada por el navegante portugués Bartolomé Díaz. (El secreto, resultó ser, navegar bien alejado de la costa, en mar abierto.)

Según la tradición, Díaz llamó la zona Cabo de Tormentas, nombre que más tarde cambiaría el rey Juan II de Portugal por el que hoy conocemos, Cabo de Buena Esperanza, para encarnar la ilusión de encontrar una nueva ruta hacia la India.

La muerte, otrora asociada al cabo de tormentas en que la vida y las esperanzas naufragan, fue vencida por Jesús cuando resucitó de los muertos el Domingo de Pascua. María Magdalena y otras dos mujeres se dirigieron a la tumba donde estaba sepultado Jesús antes del amanecer. No tenían ni idea de cómo moverían la piedra que sellaba la tumba ni cómo terminaría­n de embalsamar el cuerpo de Jesús. Al llegar al sepulcro descubrier­on sorprendid­as que se había rodado la piedra y el cuerpo había desapareci­do.

María entabla conversaci­ón en el huerto con un desconocid­o. Una sola palabra de él bastó para transforma­r su oscuridad en luz: «María». Ella reconoce la voz. No lo logra comprender, queda atónita, incrédula, pero es cierto, ¡Jesús vive!

Como les ocurrió a esos explorador­es del siglo XV y gracias a la resurrecci­ón de Cristo, nosotros también podemos extender la mirada más allá del cabo de tormentas y fijarla en la esperanza del cielo y la vida eterna con Dios. Ese Jesús vivo sigue con nosotros hoy en día y nos promete a cada uno: «Porque yo vivo, también ustedes vivirán».1 Ese es el núcleo de nuestra fe y la razón por la que celebramos la Pascua este mes.

Gabriel García V. Director

1. Juan 14:19

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