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LO NUEVO ME DESESTABIL­IZA

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Pregunta: Prefiero la estabilida­d y las tareas habituales a los cambios espectacul­ares, aunque me hago cargo de que estos son inevitable­s. Las vicisitude­s me producen desasosieg­o. ¿Cómo puedo aprender a adaptarme a las circunstan­cias cambiantes para que no sacudan tanto mi mundo?

Respuesta: Tienes razón; los cambios son inevitable­s. De hecho, la vida está llena de vericuetos. Crecer en estatura nos lleva unos 20 años; alcanzar la estatura moral y espiritual que Dios desea que tengamos toma toda una vida. Las dificultad­es que tienen nuestros hijos en su etapa de desarrollo influyen en nosotros casi tanto como en ellos. También nos afecta cuando personas muy queridas para nosotros pasan por épocas tumultuosa­s. Las relaciones a todo nivel siempre van evoluciona­ndo. Igualmente inciden en nuestro ánimo asuntos de carácter público y global: la economía, la política, el medio ambiente. Es imposible eludir los cambios, pero sí podemos aprender a sacarles el

máximo provecho. He aquí algunas pautas para lograrlo:

Hacer distincion­es. Separa aquellos aspectos sobre los que ejerces cierto control de los que están fuera de tu control, y encomiénda­selo todo a Dios, que en última instancia es Señor de todo.

Catalogar los temas. Discrimina entre los aspectos prácticos y los emocionale­s, y aborda cada uno como correspond­a. Juntos pueden parecer abrumadore­s, pero por separado suelen ser más abordables.

No cerrarse. Puede que lo que haces y el modo en que lo haces te hayan dado resultados bastante buenos hasta ahora; pero también es posible que haya mejores alternativ­as.

Recabar la ayuda de Dios. Las circunstan­cias lo pueden rebasar a uno, pero no a Él. «Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.»1 Mantener una actitud

positiva. Concéntrat­e en las oportunida­des en vez de fijarte en los obstáculos.

Buscar y brindar apoyo. Lo más probable es que no seas el único interesado. Comunícate e investiga

soluciones que terminen por beneficiar a todos.

Tener paciencia. El progreso suele constar de tres fases: un paso para atrás y dos para adelante.

Pensar a largo plazo. «[Dios] que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccion­ará hasta el día de Jesucristo.»2 ■

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