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PRIMERO EL PERDÓN

Les he hablado de estas cosas para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción, pero ¡tengan valor; yo he vencido al mundo! Jesús, Juan 16:33

- Marie Alvero ha sido misionera en África y México. Actualment­e lleva una vida plena y activa en compañía de su esposo y sus hijos en la región central de Texas, EE. UU. ■ Marie Alvero

El evangelio de Marcos nos ofrece el relato de un paralítico al que Jesús curó. El Maestro se encontraba predicando Sus enseñanzas en una habitación tan llena de gente que los amigos del hombre tuvieron que hacer una abertura en el techo y bajarlo en su cama. Sorpresiva­mente, las primeras palabras de Jesús fueron: —Tus pecados están perdonados. Algunos en la multitud se asombraron de que Jesús declarara que podía perdonar los pecados, por lo que prosiguió diciendo:

—Para que sepáis que tengo el poder de perdonar los pecados, toma tu lecho y camina.

Como era de esperar, el hombre hizo eso precisamen­te. Sin embargo, ¿te has preguntado alguna vez por qué lo primero que le ofreció Jesús fue el perdón? ¿No era su necesidad más aparente la curación? Tal vez lo sea para ti y para mí, que damos tanta importanci­a a cómo nos va en esta vida, y tal vez hasta lo era para el paralítico aquel día. Pero Cristo, que ve la eternidad en su conjunto, sabía que lo que más necesitaba aquel hombre era el perdón.

Volví a leer ese relato unos días después de recibir la noticia de la muerte de una persona. Otra familia sin un padre. Más dolor. Mi corazón indagó entonces: Jesús, ¿por qué no nos sanas ya? ¿Cómo puedes permitir que suframos tanta desazón? Creo que me siento un poco así cada vez que me entero de una noticia triste. Y aunque eso aceptable, poner el foco en esa frase del relato me hizo pensar que tal vez tengo las cosas al revés.

Sin duda que quiero estar bien hoy mismo. Y me gustaría que todos estuvieran bien. Deseo sanación, provisión de mis necesidade­s, paz, seguridad, alegría y todas las cosas que hacen placentero nuestro paso por la vida. Sin embargo, Jesús ya lo ha arreglado todo al ofrecernos el perdón de nuestros pecados, del mismo modo que ofreció al cojo la sanación de su espíritu antes que la de su cuerpo.

Este año ha habido tantas pérdidas en mi pequeño mundo que me ha obligado a repensar las cosas en esos términos. ¿Mi esperanza de verdad está cifrada en el Cielo, o apuesto más por esta vida terrenal? Jesús advirtió que hasta Sus seguidores continuarí­an sufriendo tribulacio­nes en este mundo y que no dejarían de afrontar pérdidas, muertes y sufrimient­o. No obstante, enseguida nos dio la promesa de que Él había vencido y que por ende los ayudaría —a ellos y a nosotros— a hacer lo mismo.

Gracias a ello podemos cobrar ánimo.

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