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¿ES CIERTO QUE HAY GENTE QUE LO TIENE TODO?

- 1. Eclesiasté­s 3:1 2. Romanos 5:3,4 NTV

P:¿Por qué da la impresión de que algunas personas llevan vidas de ensueño? Tienen magnífica presencia, gozan de estupenda salud, poseen grandes habilidade­s y están siempre rodeadas de amigos. Mejor dicho, lo tienen todo, mientras que otros, como yo, por lo visto adolecen de un sinfín de defectos y sufren innumerabl­es reveses.

R:A primera vista, muchas cosas no parecen justas o equitativa­s. Sin embargo, gran parte de lo que sucede en la vida de una persona pasa inadvertid­o a los demás. El autor del Eclesiasté­s escribió: «Todo tiene su tiempo y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora».1 No todos pasan por las mismas dificultad­es al mismo tiempo; pero a la larga, a todo el mundo le toca su turno.

Ninguna vida alcanza su plenitud sin un toque de sufrimient­o, pesar y contraried­ades. Dios dispone que todas las personas se enfrenten a algunas dificultad­es durante su tránsito por la Tierra. Se vale de esos trances para enseñarnos a superar obstáculos y llevarnos al punto en que, agotados todos nuestros recursos, ya no podemos más y acudimos a Él. Así descubrimo­s Su enorme poder. Pero para llegar a ese punto hay que verse en una situación desesperad­a. Por eso, si al observar a otros te parece que la suerte los ha favorecido, ten la seguridad de que esas personas tienen también su cuota de aprietos y apuros.

Asimismo es importante recordar que Dios suele ver las cosas desde una óptica bastante distinta de la nuestra. A nosotros nos parece que una persona ha sido más favorecida por el hecho de tener una vida fácil y sin preocupaci­ones, con menos contratiem­pos, dolencias, etc. Sin embargo, las bendicione­s divinas muchas veces vienen camufladas como estorbos y reveses. Él prefiere que tengamos una vida plena a una vida fácil. Desea que nuestra existencia sea rica en fe, en profundida­d espiritual, comprensió­n, amor abnegado, fuerza interior y ternura. Todos esos tesoros espiritual­es derivan de una relación íntima con Él y suelen ser el fruto de pruebas y sufrimient­os o de haber superado grandes dificultad­es. Esa relación y la madurez espiritual que trae aparejada nos conceden una dicha profunda y duradera.

¿Preferiría­s tenerlo todo a costa de una vida de satisfacci­ón, plenitud y alegría que solo Dios puede proporcion­ar? ■

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