REVOLVIENDO EL PASADO
Los áticos son sorprendentes. De vez en cuando visito el desván de mis padres y, a pesar de las repetidas limpiezas y cosas que sacamos para donar, sigue lleno de tesoros escondidos. Una vez saqué algunos de mis cuadernos escolares. ¡Vaya experiencia que fue esa! Lo primero que me llamó la atención fueron los pulcros cuadernos de primero a quinto curso. La inocencia impregnaba cada página, y los dibujos y las frases escritas a mano en cursiva eran una ternura: «¡Quiero a mi mamá y a mi papá!» «¡Mi casa es la mejor casa, y no cambiaría a mi familia por ningún otro lugar del mundo!»
Entonces encontré lo que parecía un diario. Las páginas estaban ligeramente rasgadas y la caligrafía no era tan pulcra. Mis escritos de adolescencia habían adquirido un tono más rebelde hacia el colegio, hacia el mundo y sus injusticias e incluso hacia mis padres. Mis pobres padres, ¿cómo pude ser tan irrespetuosa y áspera? Sabe Dios cuántos sacrificios hicieron por mí; desde luego no se merecían mis duras palabras. Como madre de varios adolescentes, me indigné con mi altivo yo de otros tiempos y empaticé con mis padres. Me devané los sesos tratando de recordar qué me había motivado a escribir o incluso a pensar de esa manera, pero nada. Al final, no me quedó otra cosa que un torbellino de emociones encontradas y confusión general. ¿Qué había pasado con la dulce niña que les escribía a sus padres tan bonitos poemas y tarjetas? Fue tal la vergüenza que sentí que creo que arrugué algunas páginas y las tiré a la basura.
Durante unos días llevé aquella pesadumbre en el corazón, hasta que leí por casualidad una cita que arrojó mucha luz sobre el asunto: «Tu yo del futuro siempre considerará imprudente e inmaduro a tu yo del presente. Eso significa que ahora mismo eres un tonto, pero no te darás cuenta hasta mañana».1
Reflexionando un poco más sobre el asunto, a la postre tuve que hacer las paces conmigo misma, con ese antiguo yo que ahora me resultaba bastante desagradable. No soy la misma persona y espero haber madurado.
La verdad es que la vida es un viaje, una travesía, y un día probablemente me daré cuenta de que algunas de las cosas que estoy haciendo ahora son tontas y consideraré inmadura a la persona que soy actualmente. No me queda otra que hacer lo mejor que pueda y seguir avanzando con la ayuda de Dios.
La vida solo puede comprenderse mirando hacia atrás; para vivirla es preciso mirar hacia adelante. Søren Kierkegaard
El camino de los justos es como la primera luz del amanecer, que brilla cada vez más hasta que el día alcanza todo su esplendor. Proverbios 4:18 NTV