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A NUESTROS AMIGOS

DOS LANCHAS Y UN HELICÓPTER­O

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Una feroz tormenta azota una pequeña localidad, que en cuestión de horas termina anegada. Así comienza la conocida anécdota que relataremo­s enseguida. Las aguas suben y uno de los clérigos del pueblo se arrodilla en oración a la entrada de la iglesia, ya rodeada de agua. Poco después un parroquian­o llega remando en su pequeña lancha.

—Súbase, pastor, que lo van a rebalsar las aguas —le dice.

—No se preocupe, hijo mío —responde el ministro del Señor—, Dios me salvará.

La crecida continúa, y se acerca una lancha a motor que encuentra al clérigo ya refugiado en el balcón del segundo piso.

—Aborde usted la lancha, pastor, que se ha emitido una orden de evacuación.

Nuevamente el clérigo, impávido, responde:

—Tranquilo, que Dios me sacará de esta.

Se rompe entonces el dique del pueblo y el torrente inunda la iglesia. Las aguas lo cubren todo, salvo el campanario. Ahí se encuentra parapetado el pastor cuando de las nubes desciende un helicópter­o.

—Agarre la escalera, pastor —exclama el piloto.

Una vez más el clérigo, imperturba­ble, rehúsa el auxilio ofrecido e insiste que tiene su fe firmemente en Dios. El helicópter­o parte y el ministro se ahoga.

Ya en las puertas del cielo el clérigo se encuentra con Dios.

—No entiendo, Señor, por qué no me salvaste de la inundación. —¿Cómo así? —le responde Dios— ¡Si te envié dos lanchas y un helicópter­o! A veces pecamos de lo mismo que aquel clérigo. Cuando nos hallamos en apuros, anegados por una riada de inquietude­s y problemas, puede dar la impresión de que Dios ha hecho oídos sordos a nuestras oraciones. Pero puede ser que tengamos una idea demasiado rígida de la ayuda divina y que no se nos ocurre que esta puede venir por medios insospecha­dos.

Tengamos presente que el auxilio, las respuestas y las soluciones divinas que deseamos y por las que imploramos puede que no siempre nos lleguen como nos lo habíamos imaginado. Martín Lutero lo expresó así: «Todo el que clama a Dios con fe verdadera y de todo corazón, sin lugar a dudas será oído y recibirá lo que ha pedido y deseado, aunque no en la hora ni en la medida en que lo desea ni la mismísima cosa que pidió. En todo caso obtendrá algo más grande y glorioso de lo que se hubiera atrevido a pedir».

Gabriel García V. Director

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