A NUESTROS AMIGOS seamos bondadosos
Inquietud, incertidumbre, desazón, son palabras que expresan mis sentimientos sobre el estado actual del mundo y que probablemente reflejan también los que abrigan ustedes. Cuando apenas se vislumbraba una salida a la devastadora pandemia de COVID 19 y las subsecuentes estrecheces y privaciones —temas que abordamos a fondo en anteriores números de la revista—, estalla la guerra de Ucrania que ha dejado por los suelos nuestras esperanzas de alivio a tanto malestar y tensión.
Teníamos la ilusión de que las cosas mejoraran, pero no ha sido así. Y es que como reza el refrán: La esperanza luenga aflige el corazón. La brutal invasión de Ucrania, traducida en la mayor guerra de agresión librada en el continente Europeo en 75 años, ha dejado nuevamente en suspenso nuestras esperanzas. (En el presente número publicamos un artículo de una de nuestras colaboradoras habituales que trabajó allí muchos años con los refugiados hasta que en marzo de 2022 tuvo que huir del este de Ucrania.) Pero esa no ha sido la única causa de angustia, ya que en otras partes del mundo la violencia sigue haciendo de las suyas y la situación de pobreza y desamparo de millones nos sigue atormentando. A la luz de todo aquello, ¿de qué manera podemos responder nosotros como individuos? La bondad y la compasión son un buen punto de partida; pero ¿cómo expresarlas?
Sin ir más lejos, el mejor ejemplo de bondad lo encontramos en esa Biblia que yace dormida en las estanterías de muchos hogares. Según el Evangelio, Jesús llevó una vida de perfecta bondad. Se pasó tres años, casi ininterrumpidamente, curando a los enfermos, dando de comer a los hambrientos, enseñando a la gente, cuidando a las viudas y dedicando atención a los niños.
Obró con total abnegación en todo lo que hizo. Cuando advertía alguna necesidad, se abocaba a satisfacerla, aun cuando Él mismo estuviera cansado y desprovisto de fuerzas. Era benévolo, aun con quienes no se lo merecían. En su misión de buscar y salvar a los perdidos, Jesús fue la viva expresión de la bondad divina, y finalmente entregó Su vida para que nosotros accediéramos a la vida eterna.1 Hasta en la cruz manifestó compasión orando por sus verdugos: «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen».2
¿A qué huelen entonces la bondad y la compasión? Pues a Jesús. Que Él sea nuestro modelo de conducta y la bondad, nuestro estilo de vida, hoy y cada día.
Gabriel García V. Director