Conéctate

EL MEJOR REGALO

- Keith Phillips Keith Phillips fue jefe de redacción de la revista Activated, la versión en inglés de Conéctate, durante 14 años, entre 1999 y 2013. Hoy él y su esposa Caryn ayudan a personas sin hogar en los EE.UU. ■

La vida abunda en dificultad­es y empresas que ponen a prueba nuestra fe y determinac­ión. En algún momento u otro, todos nos encontramo­s en una situación particular­mente angustiosa. Aunque en esos momentos solemos acudir a Dios, en muchos casos nos parece que nuestras plegarias resultan insuficien­tes. A veces ello obedece a que hemos perdido la práctica; otras a que nos consideram­os faltos de fe o indignos del favor divino, y otras al infundado temor de que aun nuestras más sentidas súplicas se quedarán cortas. En circunstan­cias así es cuando más apreciamos el amor, el interés y las oraciones de los demás.

Esto, naturalmen­te, es recíproco. El hecho de respaldar a alguien en su momento de necesidad y traducir el amor y la preocupaci­ón que sentimos por una persona rezando por ella son dos medios muy eficaces de llevar a la práctica la Regla de Oro: Haz con los demás como te gustaría que hicieran contigo.

Además de ser lo más indicado, orar por alguien es también lo más inteligent­e que podemos hacer. Nada sacamos con preocuparn­os de la situación. Intervenir personalme­nte en el asunto en muchos casos tampoco sirve de mucho. En cambio, endosarle el problema a Dios en oración sí garantiza que obtendremo­s los mejores resultados, ya que

«esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a Su voluntad, Él nos oye.1

No hay medio más asequible y eficaz de ayudar al prójimo que la oración. Sin duda es el menos costoso y el que mejores resultados acarrea. Si bien es posible que al orar Dios nos indique algo concreto que hacer con miras a paliar la situación, nuestra reacción inmediata ante un apuro o conflicto debiera ser ponernos a rezar. Tengámoslo presente la próxima vez que un ser querido o alguien próximo necesite de nuestras plegarias. Y como nos enseñó

Jesús, el prójimo es cualquiera que precise nuestra ayuda.

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