JESÚS, SU VIDA Y MENSAJE: ZAQUEO
El Evangelio de Lucas narra el sorprendente encuentro de Jesús con Zaqueo, un judío que era jefe de los cobradores de impuestos al servicio del gobierno romano.
Jesús entró en Jericó y comenzó a pasar por la ciudad. Había allí un hombre llamado Zaqueo. Era jefe de los cobradores de impuestos de la región y se había hecho muy rico.1
En otras versiones de la Biblia dice que «era jefe de los publicanos», pues así llamaban los romanos a los recaudadores de impuestos. Por lo general, la población judía despreciaba a los publicanos, no solo porque recaudaban impuestos en nombre de Roma, sino también porque, para cubrir sus gastos y sacar ganancia, agregaban un recargo a la suma que debía pagar cada contribuyente. Cuando contrataban a otras personas para que cobraran los impuestos por ellos, se los conocía como jefes de publicanos. Tal parece ser el caso de Zaqueo. Cierto autor explica: Entre los impuestos directos estaba la capitación (un impuesto general que debían pagar todos los súbditos) y un impuesto territorial (sobre la cosecha). Además de los tributos directos, existían varios impuestos indirectos sobre todos los bienes adquiridos o arrendados en una región.2
Jericó era una conocida plaza de peaje, ya que muchos de los viajes comerciales entre Judea y Perea pasaban por esa ciudad. Ser publicano allí era una profesión lucrativa.
Zaqueo trató de mirar a Jesús pero era de poca estatura y no podía ver por encima de la multitud.3
Probablemente había oído rumores sobre la labor de Jesús y se había quedado con ganas de saber más. Sin embargo, iba a ser difícil: el gentío le impedía acercarse a Jesús, y como él era bajito no podía mirar por encima de la cabeza de los demás. Si quería ver a Jesús, tenía que ser recursivo; y recursividad no le faltaba.
Y, corriendo delante, se subió a un sicómoro para verlo, porque había de pasar por allí.4
El sicómoro es similar a un roble, solo que con el tronco corto y ramas anchas a las que es fácil encaramarse. Probablemente se consideraba impropio que un adulto se subiera a un árbol, y más aún que lo hiciera una persona de categoría, riqueza y estatus en la comunidad. Así que el modo de actuar de Zaqueo da a entender que tenía algo más que mera curiosidad por ver a Jesús.
Cuando Jesús pasó, miró a Zaqueo y lo llamó por su nombre: «¡Zaqueo! —le dijo—. ¡Baja enseguida! Debo hospedarme hoy en tu casa».5
Jesús no solo lo vio, sino que le habló. No dice cómo es que sabía el nombre de Zaqueo. Es posible que lo supiera sobrenaturalmente, como cuando al ver «a Natanael que se le acercaba, dijo de él: “¡Aquí está un verdadero israelita en quien no hay engaño!” Le dijo Natanael: “¿De dónde me conoces?” Jesús le respondió: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi.”»6 O quizás lo sabía porque oyó a otras personas llamarlo; o porque preguntó cómo se llamaba.
Zaqueo bajó rápidamente y, lleno de entusiasmo y alegría, llevó a Jesús a su casa; pero la gente estaba disgustada, y murmuraba: «Fue a hospedarse en la casa de un pecador de mala fama».7
Si bien Zaqueo estaba contento de que Jesús entrara en su casa, todos los presentes comenzaron a refunfuñar y quejarse. Al llamar «pecador» a Zaqueo, probablemente expresaban su opinión sobre los cobradores de impuestos y daban rienda suelta a la animosidad que les tenían por aprovecharse de los contribuyentes. Además le reprobaron a Jesús que se asociara con pecadores.
Y Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: «He aquí, Señor, la mitad de mis bienes daré a los pobres, y si en algo he defraudado a alguno, se lo restituiré cuadruplicado».8
La declaración de Zaqueo se refería al presente y al futuro. Se comprometía a entregar a los pobres la mitad de los bienes que tenía en ese momento y, si alguna vez en el futuro trataba abusivamente a alguien, a devolverle cuadriplicado lo que le hubiera estafado. El encuentro de Zaqueo con Jesús cambió radicalmente su manera de manejar el dinero; pasó de aprovecharse de los demás a ayudarlos y servirlos.
El compromiso de Zaqueo de regalar la mitad de sus bienes y compensar cuadriplicado todo agravio que hubiera causado, superaba ampliamente cualquier expectativa. En el judaísmo, dar el 20 por ciento de lo que uno poseía se consideraba muy generoso, y dar más que eso era juzgado imprudente. Si alguien era declarado culpable de haber extorsionado a un connacional judío, se le exigía que le restituyera lo robado aumentado en un 20 por ciento. Con su compromiso demostró haber cambiado. Sabía que había estafado a otras personas y se comprometió a restituirles lo que les había robado. De esa manera, dio ejemplo de cómo administrar generosamente el dinero.
Jesús le dijo: «Hoy ha venido la salvación a esta casa, por cuanto él también es hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido».9
A raíz del cambio que se operó en la actitud de Zaqueo, él y toda su casa se salvaron. En el libro de
los Hechos se mencionan varias ocasiones en que hogares enteros obtuvieron la salvación.10 El que Zaqueo fuera reacudador de impuestos no supuso un obstáculo para que él y su familia tuvieran acceso a Dios. Haberle respondido bien a Jesús les granjeó a él y a su familia auténtica salvación.
La misión de Jesús —el motivo por el que nació, vivió, murió y resucitó— fue «salvar lo que se había perdido». El encuentro de Zaqueo con Él grafica muy bien la experiencia de salvación de una persona perdida. Zaqueo no parecía llamado a salvarse. No solo era pecador, sino que trabajaba para el opresivo
Imperio romano y se enriquecía a costa de su propio pueblo. No obstante, su encuentro con Jesús transformó su vida.
Jesús se molestaba en mirar más allá de la identidad o profesión de una persona. No le importaba hablar con alguien a quien la sociedad menospreciaba y rechazaba con tal de darle una oportunidad de obtener la salvación.
Ojalá reflejemos todos a
Jesús cuando nos encontramos con personas despreciadas, incluso aquellas que nos han agraviado o han perjudicado a otros. Manifestemos amor, tolerancia y perdón a todos aquellos con los que nos relacionemos.
Esforcémonos por ser como Jesús.
Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original.