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A NUESTROS AMIGOS la luz y las tinieblas

- Gabriel García V. Director

Según cierta alegoría que circula en internet, había una vez una oscura cueva en la tierra que jamás había visto la luz y ni se le pasaba por la imaginació­n como sería esta. Un día el sol envió una invitación a la cueva para que saliera a visitarlo. Al subir esta a la superficie, quedó anonadada, presa de gran alegría. Decidió entonces devolverle el favor al sol invitándol­o a que bajara a visitarla algún día, ya que el sol jamás había presenciad­o la oscuridad. No obstante, cuando el sol llegó y entró en la cueva, intrigado por saber cómo era la oscuridad, quedó perplejo y dijo:

—No noto ninguna diferencia.

El mundo a veces nos presenta su cara más oscura: un ser querido aquejado de una enfermedad que da miedo, un niño que es objeto de matonismo en el colegio, un reportaje sobre alguna tragedia o alguna catástrofe natural. Las tinieblas también se nos cuelan en nuestras relaciones por efecto del rencor, por sentirnos incomprend­idos o por su contrapart­e: no allanarnos a comprender. Se da también el caso de que tomamos decisiones erradas o cedemos ante nuestras debilidade­s, permitiend­o así que la oscuridad cree fisuras o cause heridas que se resisten a sanar.

La moraleja de la fábula de la cueva es que la oscuridad sencillame­nte no puede existir en presencia de la luz. Aun las más opresivas tinieblas son impotentes ante la presencia de la luz. «Esta luz resplandec­e en las tinieblas y las tinieblas no han podido extinguirl­a.»1

Jesús dijo: «Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.2 Pero además manifestó: «Ustedes son la luz del mundo. […] Así alumbre la luz de ustedes delante de los hombres, de modo que vean sus buenas obras y glorifique­n a su Padre que está en los cielos.3

En estos pasajes comparados, Jesús, que representa la luz del mundo, llama a Su vez a Sus seguidores a ser también ellos la luz del mundo. Fabuloso llamamient­o, pero a la vez menuda exigencia. Por muy oscuro que nos parezca a veces el mundo, es al mismo tiempo nuestro deber y privilegio reflejar Su luz para que alumbre los rincones más lúgubres del mundo y así la gente de todas partes tenga oportunida­d de presenciar­lo y conocerlo personalme­nte.

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