NACIMIENTO EL DE JESÚS
La vida y milagros de Jesús comienza con el relato de Su nacimiento, tal como aparece en los Evangelios de Mateo y Lucas. En el Antiguo Testamento ya estaba predicha Su venida y se revelaron datos concretos sobre el Salvador prometido por Dios. En los Evangelios hallamos el cumplimiento de las predicciones del Antiguo Testamento sobre la vida, muerte y resurrección de Jesús, que trajeron salvación al mundo.
Al narrar el nacimiento de Jesús, Mateo y Lucas presentan diferentes aspectos y mencionan distintos sucesos, si bien los hechos que refieren son más o menos los mismos y ambos hacen hincapié en los mismos puntos relevantes. La narración de Mateo se centra en José y su función, mientras que el relato de Lucas se enfoca en el papel de María y presenta la historia desde el punto de vista de ella.
Mateo en su relato nos cuenta que José era «bueno» o «justo», o sea, un judío observante que cumplía las leyes de Dios. Estaba comprometido con una joven llamada María, y «antes que vivieran juntos se halló que [ella] había concebido del Espíritu Santo.»1 En la Palestina del siglo I, antes del casamiento había un período de noviazgo. Por estar comprometida con José, María ya era considerada su esposa, aunque no hubieran comenzado a vivir juntos. Fue durante ese periodo prematrimonial que ella quedó encinta.
1. Mateo 1:18
2. Lucas 1:28, 30-35
3. Lucas 1:38
4. Fulton J. Sheen: Vida de Cristo (Barcelona: Herder, 1959), 20,21.
Lucas narra que el ángel Gabriel fue enviado a María para anunciarle que había hallado favor ante Dios: Entrando el ángel a donde ella estaba, dijo: —¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo […], porque has hallado gracia delante de Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo […] y su Reino no tendrá fin.
Entonces María preguntó al ángel:
—¿Cómo será esto?, pues no conozco varón. Respondiendo el ángel, le dijo:
—El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que va a nacer será llamado Hijo de Dios.2
Se trata de una concepción única en la Historia. María queda encinta a raíz de un acto creativo de Dios. No se nos dice exactamente cómo ocurrió, de la misma manera que no se nos revelan detalles sobre cómo creó Dios el mundo, aparte de que habló y lo hizo.
María da su consentimiento diciendo:
—Aquí está la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra.3
Fulton Sheen describe la situación de una forma muy bella:
Lo que se llama anunciación fue en realidad un acto en que Dios pidió a una criatura su libre consentimiento para ayudarlo a incorporarse a la humanidad. […] Lo que hizo, por tanto, fue pedir a una mujer, que representaba a la humanidad, que le diera libremente una naturaleza humana.4
El ángel le da a María una señal para que sepa que lo que le anuncia es cierto: le dice que Elisabet, una pariente suya ya mayor, también ha concebido un hijo. «Levantándose María, fue de prisa a la montaña, a una ciudad de Judá», para hacerle una visita a Elisabet, la cual, a pesar de no estar ya en edad reproductiva, también había concebido milagrosamente un hijo.5 Tras permanecer unos tres meses con Elisabet, María vuelve a su casa en Nazaret.
Al regresar, se encuentra con el evidente problema de que tiene tres meses de embarazo y José sabe que él no es el padre. Podemos imaginarnos el pesar, el dolor, la tristeza, la sensación de haber sido traicionado y el enojo que probablemente embargaron a José al quedarse «pensando […] en esto».6
Si José hubiera acusado a María de adulterio, la ley mosaica decretaba que podía ser lapidada por ello.7 Pero José, «como […] no quería infamarla, quiso dejarla secretamente».8
5. V. Lucas 1:39
6. Mateo 1:20
7. V.Deuteronomio 22:20,21.
8. Mateo 1:19
9. Mateo 1:20,21,24,25 NVI
Un divorcio totalmente secreto era imposible, ya que el marido debía entregar a la esposa la carta o certificado de repudio en presencia de dos testigos; y cualquiera que fuera la razón que alegara José para divorciarse de ella, todos sacarían la conclusión de que el verdadero motivo era adulterio. Al escribir que José decidió divorciarse de ella en secreto Mateo quiso decir que resolvió no acusarla públicamente de adulterio. Para José, un hombre justo que observaba las leyes de Dios, lo correcto era romper el compromiso con María. No obstante, decide abordar el divorcio compasivamente, sin aducir adulterio.
Pero, cuando él estaba considerando hacerlo, se le apareció en sueños un ángel del Señor y le dijo: «José, hijo de David, no temas recibir a María por esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados». Cuando José se despertó, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado y recibió a María por esposa. Pero no tuvo relaciones conyugales con ella hasta que dio a luz un hijo, a quien le puso por nombre Jesús.9
El mensaje que se le comunica en el sueño acaba con sus planes de divorcio. El ángel le dice que el niño es obra del Espíritu Santo, por lo que no hay motivo para que tema infringir la ley de Dios al casarse con ella, ya
que no se ha cometido adulterio. José entonces cumple la segunda fase del trámite matrimonial al recibir a María en su casa como esposa y por tanto hacerse cargo de ella y asumir legalmente la paternidad del niño que va a nacer.
Unos meses después del regreso de María tras su visita a Elisabet, María y José emprenden viaje a Belén. Se nos informa que el motivo del viaje fue que César Augusto había ordenado un censo y que según la costumbre judía José debía trasladarse a Belén, el pueblo de sus antepasados, ya que era de la casa y linaje del rey David.
Lucas describe que José fue de Nazaret, en la provincia de Galilea, a Belén, una aldea de Judea situada a 10 kilómetros de Jerusalén, para empadronarse. María lo acompañó. Estando allá, le llegó el momento de dar a luz. «Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.»10
En los campos de los alrededores de Belén había pastores que cuidaban sus ovejas.
De repente, apareció entre ellos un ángel del Señor, y el resplandor de la gloria del Señor los rodeó. Los
10. Lucas 2:6,7
11. Lucas 2:9-12 NTV
12. Lucas 2:13,14 pastores estaban aterrados, pero el ángel los tranquilizó. «No tengan miedo —dijo—. Les traigo buenas noticias que darán gran alegría a toda la gente. ¡El Salvador —sí, el Mesías, el Señor— ha nacido hoy en Belén, la ciudad de David! Y lo reconocerán por la siguiente señal: Encontrarán a un niño envuelto en tiras de tela, acostado en un pesebre.»11
Esta es la tercera vez que se aparece un ángel para anunciar lo que Dios está haciendo al enviar a Jesús al mundo. La primera vez se le apareció a María; la siguiente a José, y en esta ocasión, a los pastores. En este caso, la gloria del Señor —el esplendor divino cual luz brillante— rodea a los pastores.
A continuación se nos dice que «de pronto, se unió a ese ángel una inmensa multitud —los ejércitos celestiales— que alababan a Dios y decían: “Gloria a Dios en el cielo más alto y paz en la tierra para aquellos en quienes Dios se complace”».12
Mientras hacían una ofrenda en el Templo, cuando Jesús tenía más o menos un mes de nacido, María y José se encontraron con Simeón, un hombre justo y piadoso que esperaba con «anhelo que llegara el Mesías y rescatara a Israel. […] Cuando María y José llegaron para presentar al bebé Jesús ante el Señor como exigía la ley, Simeón [...] tomó al niño en sus brazos y alabó a Dios diciendo: “He
visto tu salvación, la que preparaste para toda la gente. Él es una luz para revelar a Dios a las naciones, ¡y es la gloria de tu pueblo Israel!”».13 María y José quedaron maravillados o pasmados por lo que Simeón había dicho sobre su hijo.14
Mateo narra otros hechos relacionados con el nacimiento de Jesús, a saber, la visita de los magos: «Llegaron del oriente a Jerusalén unos sabios, preguntando: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, pues Su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarlo”».15
No se sabe exactamente de dónde venían. De todos modos, su lugar de origen no es tan importante como el hecho de que venían de fuera de Israel. Mateo pone de manifiesto que Dios está haciendo algo nuevo al destacar que cuando nació Jesús los gentiles fueron atraídos por la luz del Hijo de Dios.
Cuando los sabios llegaron a Belén, «entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y se arrodillaron para adorarlo. Abrieron los cofres que llevaban y le regalaron al niño oro, incienso y mirra».16 En ningún momento se indica cuántos magos eran, si bien la tradición sostiene
13. Lucas 2:25, 27-28,30-32 NTV
14. V. Lucas 2:33
15. Mateo 2:1,2
16. Mateo 2:11 NTV que había tres, basándose en el hecho de que son tres los presentes mencionados: incienso, oro y mirra.
Con esto termina el relato del nacimiento de Jesús en el que ya se advierte el cumplimiento de la promesa divina de enviar un Mesías para redimir a la humanidad. Como dicha promesa debía cumplirse en el mundo, Dios optó por introducirse en la dimensión temporal y física del mundo. Puso a Su Hijo al cuidado de dos fieles creyentes, cumplió las profecías del Antiguo Testamento sobre el Mesías venidero y creó las circunstancias propicias para la salvación que había prometido.
El hecho de que Dios se introdujera en el mundo y conviviera con Su creación a fin de reconciliar consigo a la humanidad mediante Su muerte y resurrección, constituye el acontecimiento más trascendental de la historia de la humanidad. Los Evangelios muestran que la vida de Jesús —desde Su nacimiento hasta Su muerte y más allá aún— cumple las promesas de Dios y prueba Su gran amor por los seres humanos, pues es gracias a ella que podemos llegar a ser hijos Suyos.
Peter Amsterdam dirige juntamente con su esposa, María Fontaine, el movimiento cristiano La Familia Internacional. Esta es una adaptación del artículo original.
[Después de oír al ángel anunciar el nacimiento de Cristo, los pastores] fueron de prisa y encontraron a María y a José, y al niño que estaba acostado en el pesebre. Cuando vieron al niño, contaron lo que les habían dicho acerca de él, y cuantos lo oyeron se asombraron de lo que los pastores decían. María, por su
parte, guardaba todas estas cosas en su corazón y meditaba acerca de ellas.1
Todos los que escucharon el relato de los pastores se quedaron asombrados: la aparición de los ángeles en una ladera, que entonaban cánticos y les indicaron el lugar donde hallarían al recién nacido de una pareja venida de Nazaret. «Los encontrarán alojados en un establo».
Mientras tanto María descansaba tranquilamente contemplando el rostro apacible del niño Jesús. Evocaba todos los acontecimientos de los últimos nueve meses. Preciaba cada recuerdo y lo meditaba en su corazón. La armoniosa sincronización, los detalles, tantas escenas que confluían hasta culminar en aquel acontecimiento singular: La llegada del Mesías, el Salvador, que en ese momento yacía en un pesebre. Revivió la visita angélica, el sueño de José, la reacción de su prima Isabel, el duro viaje a Belén en sus últimos días de embarazo. ¿No era acaso un revés muy fuerte que no encontraran lugar donde alojarse estando
1. Lucas 2:16-19 NVI, la cursiva es nuestra ella tan cansada? El niño nació en las circunstancias más inusitadas. Hasta quizá dudó: ¿Se acordaría Dios de las promesas que le había hecho con respecto a aquella criatura?
Mas cuando los pastores le contaron sobre el coro celestial y las instrucciones divinas, ella supo que Dios sí acordaba y que el cielo se regocijaba. Nuevamente María comprende la trascendencia del acontecimiento y medita en él una y otra vez.
¿Qué me asombra de la exquisita narración de la Primera Navidad? ¿Qué guardo yo en mi corazón cuando reflexiono sobre el relato intemporal del nacimiento de mi Salvador? Al igual que María, pienso en cómo el Espíritu de Dios fue disponiendo de cada detalle, desde lo más trascendente hasta lo más insignificante: personas, lugares, la coordinación de los tiempos. Eso es un deleite para Dios; le encanta trabajar en múltiples planos.
Veo cómo mi vida se ha entrelazado con tantas personas entrañables y cómo los acontecimientos de nuestras existencias separadas se fueron desenvolviendo para encontrarse en momentos sublimes de conexión. Me asombro cuando veo los hilos tejidos en el tapiz de mi historia. Valoro entonces profundamente cada recuerdo y a menudo reflexiono sobre ellos en mi corazón.
Sally García es educadora y misionera. Vive en Chile y está afiliada a la Familia Internacional.