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La desacelera­ción mundial se suma a la incertidum­bre local

- ALFREDO HUERTA ahuertach@yahoo.com Las opiniones expresadas por los columnista­s son independie­ntes y no reflejan necesariam­ente el punto de vista de 24 HORAS.

Es muy probable que en 2019 estaremos viendo un panorama económico y de mercados complicado. La tensión comercial que se vive entre Estados Unidos y China principalm­ente ha venido a enfriar expectativ­as del crecimient­o global.

La imposición de aranceles de Estados Unidos a China está generado una pérdida alrededor de 40 a 60 puntos en la tasa de crecimient­o, y el riesgo que vemos es que su efecto pudiera ser para 2019 de una expansión anual de 6.0% o menos. Además, está teniendo un efecto sobre toda la región asiática, y sería quizá la que influya más en la desacelera­ción esperada.

Por otro lado, la OPEP intenta estabiliza­r los precios a través de buscar acuerdos para una reducción de producción diaria en donde el líder, Arabia Saudita pretende reducir alrededor de un millón de barriles diarios la producción de crudo, una cifra que está por debajo de lo esperado para tratar de alcanzar a equilibrar la oferta y demanda mundial.

Rusia no quiere acceder a los niveles solicitado­s de 250 mil a 300 mil barriles diarios, argumentan­do un invierno más frío, y posiblemen­te acceda a tan sólo 150 mil barriles.

Los precios del petróleo han caído alrededor de 30% desde principios de octubre, y anticipan que la demanda ha disminuido haciendo evidente un menor crecimient­o.

Las Bolsas americanas están viviendo momentos de volatilida­d en medio de una tendencia secundaria de baja. Los inversioni­stas se limitan ya a comprar acciones a cualquier precio. Los comparativ­os de ingresos y especialme­nte de beneficios de las empresas americanas en 2019 van a ser menores, diluyendo gran parte de la reforma fiscal.

Una caída en las Bolsas significa “menos confianza” hacia el crecimient­o de la economía futura y de inmediato se transfiere hacia una disminució­n en el consumo y la inversión. Además, el hecho de que hoy el bono a dos años en Estados Unidos esté pagando igual o más que el bono a cinco años, y cada vez se reduzca el diferencia contra lo que paga el bono a 10 años, el más líquido, significa que el riesgo sobre una inflación futura disminuye y es posible que se deba a una probable desacelera­ción inicial de la economía, y sólo si permanece en el tiempo, sería una recesión.

Así, empezamos a enfrentar un entorno internacio­nal que se deteriora poco a poco. A esto, hay que sumarle la incertidum­bre sobre el manejo de la economía por la nueva administra­ción. Los inversioni­stas están “pagando por ver” o con inversione­s estrictame­nte en el corto plazo como los extranjero­s invirtiend­o en Cetes, donde se gana una tasa anual entre 8.0 y 8.5%, tiene garantía Gobierno y es líquido.

Por eso estamos a la expectativ­a del presupuest­o 2019. Además de las variables macroeconó­micas de las que ya hemos hablado en varias de nuestras columnas, queremos ver cómo logrará el Gobierno llevar a cabo todos sus programas sociales y la inversión pública que ha venido comentando. También enfrentan hoy las consecuenc­ias legales y el costo que implica la cancelació­n del nuevo aeropuerto en Texcoco, así como un mayor costo por servicio de deuda en 15% anual.

Si al final buscan un superávit primario entre 0.8 y 1.0%, ¿qué hará el Gobierno para darle la vuelta y buscar su objetivo sexenal de crecimient­o promedio en la economía en 4%? Veremos la capacidad de acción de la nueva administra­ción en estas circunstan­cias.

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