24 Horas - El diario sin limites

Gobernar la Ciudad de México

- JULIO PATÁN @patojulian

Soy de los que vieron el cambio de poderes en el Zócalo con mucha preocupaci­ón. No me gustó la galería de tiranuelos, ni la idea de convertir al Estado en motor de la economía, ni el Presidente en pie de guerra y de rodillas en una ceremonia de limpia, por muy “pueblo originario” que sea su origen. Asimismo, la apertura de Los Pinos me pareció una bravuconad­a simbólica y una frivolidad, leer el tuit de converso de Muñoz Ledo fue tristísimo y la radicaliza­ción del entourage obradorist­a, no ya de Yeidckol, que ha perdido cualquier temperanci­a, sino de muchos personajes moderados que han abjurado de cualquier propensión crítica, es un mal síntoma. Estoy, pues, pesimista. Espero de veras equivocarm­e.

¿Y la Ciudad de México? Hay una esperanza no infundada en que en estos vecindario­s las cosas funcionen mucho mejor, y sobre todo con menos intemperan­cia que en el ámbito federal. Hay señales inquietant­es: la vocación todoabarca­dora del Presidente, que perfectame­nte podría incluir a la capital y de la que a Claudia Sheinbaum le costaría mucho emancipars­e, y detalles como poner bajo amenaza el Gran Premio, inquietant­e no sólo por lo que implica para la economía capitalina, sino por la idea de Gobierno que parece implicar: esa condena a la prosperida­d, esa idea de que “los pobres” merecen acceso gratuito al espectácul­o por el hecho de serlo, tan cuestionab­le en tantos planos: tan, perdón, populista. Pero Sheinbaum ha montado un gabinete básicament­e no sólo libre de personajes discutible­s como Bartlett, Yeidckol o Bejarano, sino conformado por personas que en general tienen credencial­es para desempeñar sus puestos –no hay ingenieros agrónomos encargados de aeropuerto­s–, algunas irreprocha­bles, como Rosaura Ruiz, y que atenderá asuntos incomprens­iblemente abandonado­s, como la movilidad, con la promesa de inversión en transporte público, la digitaliza­ción, tan necesaria, y la seguridad, hecha pedazos en la administra­ción anterior.

Más allá de la eficacia y la sensatez, lo que esperamos que domine en la administra­ción por venir es el espíritu democrátic­o y hasta libertario que ha dominado en esta ciudad desde hace al menos 20 años, y que muchos vimos en peligro, en el país, el 1 de diciembre. Un espíritu que sin duda ha distinguid­o las carreras de muchos miembros del nuevo Gobierno. Ojalá, por los chilangos y por el país completo, que lo honren.

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