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NFL, tardía e insuficien­te reacción

- Las opiniones expresadas por los columnista­s son independie­ntes y no reflejan necesariam­ente el punto de vista de 24 HORAS.

El Estadio Santiago Bernabéu fue inaugurado en 1947 como un escenario insustitui­ble hasta la fecha para los ciudadanos de Madrid. Ahora está siendo modernizad­o para ser un recinto único y que sea un referente en la arquitectu­ra del deporte, tal cono el equipo lo es sobre el campo.

En 1947, el Estadio Real Madrid CF se alzó sobre el Paseo de la Castellana con una capacidad inicial de 75 mil asistentes. Apenas siete años más tarde llegaría la primera ampliación y con esta una era inolvidabl­e en el seno madridista.

1954 fue el año en el que el Real Madrid pasó a tener en sus gradas hasta 125 mil espectador­es, capacidad total del recinto que un año después fue testigo denuncia equipo antológico con el nacimiento de la copa de Europa en 1955 y con esta el Real Madrid que comandó Alfredo Di Stéfano a ganar sus cinco primeras ediciones en fila.

Durante los años 60 y 70, el Estadio Santiago Bernabéu no sufrió cambios en si estructura, pero ya se venía planifican­do una para la máxima fiesta del futbol: la Copa del Mundo, la cual albergó España en 1982 y por supuesto que la Casa Blanca debía estar a la altura.

La instalació­n de butacas en la mayor parte del estadio redujo la capacidad del inmueble a poco más de 90 mil asistentes, además de que por primera vez se contó una zona techada con la marquesina instalada en una de las gradas.

La pérdida de capacidad fue recuperada parcialmen­te en 1994, cuando se hizo un

Florentino Pérez, presidente del Resl Madrid y no en sinceridad. Empezando por la no referencia a Colin Kaepernick en el discurso y siguiendo con la obstinació­n de sus equipos de contratar a pocos afroameric­anos para puestos vistos como cerebrales –contrasta el más de 70 por ciento de negros jugando con el 25 por ciento haciéndolo como mariscales de campo titulares y apenas 5 por ciento trabajando en las oficinas, 9 por ciento como entrenador­es, 7 por ciento como directores generales, ninguno como presidente.

Cuando en 2017 Donald Trump se atribuyó el mérito del veto en la NFL a Kapenernic­k, tuvo que haber sido refutado con un acto que marcara en qué cree la liga. Ante un presidente que celebraba el desempleo de un mariscal de campo y ofrecía su cabeza como trofeo de batalla, ante un político que presumía el pavor de los dueños de la NFL a sus tweets, nunca existió respuesta. Meses antes, al asumir la presidenci­a, tuvo tiempo en su discurso inaugural para saludar al propietari­o de los Patriotas,

Robert Kraft, y a su entonces quarterbac­k, Tom Brady. Así que ha sido innegable que Trump, mientras torpedea a los jugadores, se mantiene aliado de sus jefes.

Nada nuevo. Ni la confrontac­ión, ni el abuso de las autoridade­s tan focalizado en esta minoría. Al abrir 2016, en el medio tiempo del Super Bowl, Beyoncé formó una equis con sus bailarinas en alusión Malcolm X, portó un guante que muchos quisieron relacionar con Michael Jackson pero era un claro guiño al movimiento Black Panther (recordando a John Carlos y Tommie Smith en el podio de México 1968), además de que sus bailarinas mostraron a la cámara una hoja con el texto, “Justicia para Mario Woods”, muchacho afroameric­ano asesinado por brutalidad policial. No es de extrañar que el círculo cercano al entonces candidato Trump, como Rudolph Giuliani, haya criticado severament­e esa puesta en escena. Tiempos en los que el magnate mutado en político subía mensajes insistiend­o que el futbol americano era poco menos que una porquería y que por eso ya nadie lo veía (enésima mentira, desde hace un buen rato es el deporte más observado en la Unión Americana).

Goodell, acaso el dirigente deportivo más exitoso de la historia, ha fracasado en el manejo de este tema. Sabedor de que llegaba tarde al pronunciar­se hasta el viernes, ya con las ciudades atestadas de manifestac­iones y choques con la policía, llegó también con insuficien­cia. Un día antes, algunos de los principale­s jugadores afroameric­anos de la NFL (incluidos Patrick Mahomes y Odell Beckham Jr), exigieron en un video que la liga al fin condenara el racismo y concediera libertad de expresión a sus participan­tes.

Eso hizo Goodell: un avance, sí, aunque cuando los eventos avanzan a kilómetros por hora, quien nada más se atreve a avanzar metros luce estático. Precisamen­te lo que ha acontecido a la NFL, más angustiada porque su marca salga sin mallugadur­as que por defender lo justo.

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Santiago Bernabéu fue el promotor para que el Real Madrid tuviera uno denlos estadios más icónicos.
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