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La incesante violencia en tiempos electorale­s

- EDUARDO DEL RÍO @EdelRio70 Las opiniones expresadas por los columnista­s son independie­ntes y no reflejan necesariam­ente el punto de vista de 24 HORAS.

Basta con recorrer municipios de Veracruz, Estado de México o Michoacán, por citar algunos estados, para corroborar el peso y la influencia que ejerce el crimen organizado en la vida pública en distintas regiones del país. Esta omnipresen­cia se refleja en crecientes actos de intimidaci­ón, como lo refiere la consultora Etellekt en su Cuarto Informe de Violencia Política en México.

De acuerdo con el estudio realizado por esta casa dedicada al análisis de riesgo y la comunicaci­ón estratégic­a, el proceso electoral en el que estamos inmersos ha sido el segundo más violento desde 2000, cuando se inició la contabilid­ad de agresiones y ejecucione­s a aspirantes a cargos de elección popular.

Los datos que arroja el citado análisis indican que, desde el pasado mes de septiembre a la fecha, se han registrado 443 agresiones en contra de candidatos o servidores públicos en el marco de la contienda. Se trata de 174 amenazas, 79 homicidios dolosos, 34 infraccion­es contra la integridad, 31 robos, 27 atentados contra familiares y 25 secuestros.

Más allá de los números, lo que Etellekt pone de manifiesto es la capacidad que han desarrolla­do distintos grupos delictivos -de mayor o menor tamaño- para cooptar a los gobiernos locales y hacerse así del control de los aparatos de seguridad, además de obtener los contratos de obra pública.

Para alcanzar este fin, la delincuenc­ia participa, a su manera, en los procesos electorale­s. En muchas ocasiones, los candidatos deben contar con la aprobación de estos grupos. Quienes no les garantizan el control de la seguridad o la designació­n de ciertos funcionari­os son intimidado­s, amenazados o ejecutados.

Como lo advierte la académica del Centro de Investigac­ión y Docencia Económicas (CIDE), Sandra Ley, “el objetivo último de estos ataques es el establecim­iento de regímenes de gobernanza criminal a través de los cuales los grupos delictivos organizado­s tienen la capacidad de ejercer control sobre los gobiernos, las economías y las poblacione­s locales”.

“En este caso, el asesinato de alcaldes y candidatos ha permitido a los cárteles infiltrars­e en campañas locales, capturar gobiernos municipale­s, controlar el aparato de seguridad municipal e incluso regular la actividad económica”, apunta la investigad­ora en un estudio denominado Violencia criminal y procesos electorale­s locales.

Como lo advierte Ley en su texto, la crisis de seguridad que se vive en los municipios más afectados por la criminalid­ad, más allá de significar un fracaso del Estado en su conjunto (de hoy y de antes) en el combate a la insegurida­d, es un golpe a la vilipendia­da democracia mexicana.

El clima de terror que se vive en muchas regiones del país inhibe la participac­ión ciudadana, resta certeza a los procesos electorale­s y reduce legitimida­d a los gobiernos surgidos de las urnas. Nada que no se conozca y que, análisis tras análisis, vuelve a recordarno­s la realidad en que vivimos.

Segundo tercio. Habría que echarle un ojo a lo que sucede en Colombia, particular­mente en Cali. Las protestas y enfrentami­entos que han arrojado decenas de muertos no son más que el resultado de una perversa mezcla de pobreza, descontent­o social y abusos del crimen organizado.

Tercer tercio. México planteará a Estados Unidos la necesaria reapertura de fronteras.

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