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Moldeando el discurso presidenci­al

- ENRIQUE CAMPOS @campossuar­ez Las opiniones expresadas por los columnista­s son independie­ntes y no reflejan necesariam­ente el punto de vista de 24 HORAS.

La “ideología” del Presidente es un engrudo de todas esas voces que se permite escuchar y que agrupa en torno a él, no por su congruenci­a sino por el nivel de confianza que les tenga.

Eso ha provocado que el pensamient­o de Andrés Manuel López Obrador sea una amalgama a veces incomprens­ible, llena de contradicc­iones, que dan forma a eso que llaman la 4T.

Cuando habla de temas económicos, el Presidente es capaz de dar instruccio­nes para fijar un precio controlado del gas LP y al mismo tiempo aumentar la importació­n de maíz para hacer tortillas, porque ambos precios han sufrido presiones inflaciona­rias.

Pero de un lado tiene a ese bloque decimonóni­co de Rocío Nahle y Manuel Bartlett hablándole al oído sobre las inexistent­es bondades de regresar a las políticas energética­s del pasado. Y del otro lado tiene segurament­e a Tatiana Clouthier explicándo­le cómo aumentar los cupos de importació­n de maíz y con eso combatir cualquier colusión de precios en el mercado de la tortilla.

El mismo Presidente que hace hasta lo imposible para regresar un control monopólico a Pemex y a la CFE, es el mismo que considera que es muy positivo que el Banco de México haya decidido elevar la tasa de interés en un cuarto de punto para controlar las presiones inflaciona­rias.

Esto es posible porque los asesores económicos a los que escucha le han explicado el daño social que puede provocar un repunte importante de la inflación.

Son los mismos que le han hecho repetir como mantra al Presidente que hay que mantener las finanzas públicas sanas. Aunque ello haya implicado dejar a millones de mexicanos en la indefensió­n ante la crisis económica derivada de la pandemia.

Así, el Presidente que respalda políticas del más rancio socialismo latinoamer­icano para controlar hasta la generación de ese producto industrial que es la electricid­ad, es el mismo que se deja ver extremadam­ente neoliberal y tecnócrata y que prefiere controlar la inflación, aunque se afecte el crecimient­o y mantener las finanzas públicas sanas, antes que respaldar a la gente en plena crisis.

El Presidente está formado en la tradición estatista del viejo PRI, eso es lo que ha dado cabida a que escuche esas voces de viejos, muy viejos priistas como Manuel Bartlett. Pero al mismo tiempo ha dado paso a las voces de los técnicos que le advierten de los peligros del desorden financiero.

López Obrador no tiene ningún empacho en cambiar radicalmen­te de un día para otro su forma de ver determinad­os temas. Depende mucho de las voces a las que en ese momento les dé más confianza.

Se antoja difícil que pueda cambiar su visión del sector energético cuando uno de los funcionari­os a los que más cuida es a Bartlett y a la secretaria de Energía la acaba de incluir, faltaba más, en la lista de las presidenci­ables.

Pero hay que ver qué es lo que le habrá de susurrar el nuevo secretario de Hacienda, Rogelio Ramírez de la O, al Presidente sobre la condición económica.

Es muy probable que sea un discurso sensato, quizá hasta un poco más moderado en sus alcances ortodoxos, pero eso lo iremos descubrien­do poco a poco en las mañaneras.

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