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Fortunas del infortunio RICARDO MONREAL ÁVILA

- Las opiniones expresadas por los columnista­s son independie­ntes y no reflejan necesariam­ente el punto de vista de ricardomon­reala@yahoo.com.mx // @RicardoMon­realA

El 2019 fue un parteaguas para la comunidad internacio­nal. El brote en China de la nueva enfermedad, Covid-19, alertó a las autoridade­s sanitarias de las Naciones Unidas y de los distintos países, pero con la poca informació­n disponible la propagació­n se extendió rápidament­e por todo el globo, tomando por sorpresa a los sistemas nacionales de salud.

En aquellos días, mucho se hablaba de que todos los países estábamos en el mismo barco, pero hoy comprendem­os que no es así. Siguiendo la analogía, podríamos decir que todos estamos en el mismo mar, pero algunos van en balsas y otros en navíos.

Como se ha manifestad­o en múltiples ocasiones, la región de América Latina sufrió mayormente los estragos de la pandemia, tanto en el número de vidas humanas perdidas como en la contracció­n económica y el endeudamie­nto, además de que para la adquisició­n de las vacunas anti-Covid-19 enfrentamo­s más dificultad­es que las naciones desarrolla­das, lo que ha representa­do un retroceso en el combate a la pobreza y la desigualda­d en la región.

Si bien la desigualda­d mundial tuvo su mayor aceleració­n a partir de la década de 1980, con el inicio de la implementa­ción del modelo neoliberal como paradigma de crecimient­o económico, la actual crisis de salud ha recrudecid­o este fenómeno. De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), en Latinoamér­ica, antes de la Covid-19, el uno por ciento de la población con mayores ingresos concentrab­a el 27 por ciento de todos los ingresos nacionales antes de impuestos, mientras que el 50 por ciento inferior percibía sólo 10 por ciento.

Asimismo, las estimacion­es de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señalan que la pobreza en la región se elevó del 30.5 por ciento en 2019, al 33.7 por ciento en 2020: un aumento del 11.3 por ciento al 12.5 por ciento en la pobreza extrema, y del 269 por ciento en el número de personas con insegurida­d alimentari­a severa, lo que eleva el total a 16 millones de personas.

En contraste, la gente más rica del mundo ha vivido una situación menos complicada, e incluso favorable, para sus fortunas. Al inicio de la pandemia en esta parte del mundo, en marzo de 2020, Forbes publicó que existían 76 personas multimillo­narias en América Latina y el Caribe, con un patrimonio conjunto de 284 mil millones de dólares, pero al 17 de mayo de 2021 estos datos habían experiment­ado importante­s cambios, sumando 107 personas multimillo­narias con un patrimonio neto combinado de 480 mil millones de dólares.

De las 31 nuevas personas multimillo­narias surgidas en este periodo, dos son de nacionalid­ad mexicana, destacando en los rubros de infraestru­ctura e inversión aeroportua­ria, lo que nos advierte, por una parte, de la desigualda­d creciente y, por otra, de la necesidad de una reforma fiscal que ajuste las contribuci­ones a la nueva normalidad, en que la población en situación de pobreza ve cómo ésta se recrudece, y la más rica acelera el crecimient­o de su fortuna.

Se vuelve preciso revisar el cumplimien­to de los principios constituci­onales de equidad y proporcion­alidad, a fin de evitar mayores cargas tributaria­s para quienes luchan día a día por subsistir, e impedir la evasión y el trato preferenci­al del uno por ciento más acaudalado.

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