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A unas horas de la probable fecha del encuentro, aún no hay certeza si el Gobierno venezolano se sentará con la oposición
gún el independiente Observatorio Venezolano de Finanzas), con el aparato productor de alimentos desarticulado desde las reformas de Hugo Chávez (), y cuando casi 10% de la población se ha ido por la difícil situación, además de la pandemia por el coronavirus”, sentenció Stephanie Henaro, maestra en geopolítica, en entrevista con este diario.
La mesa fue la única salida medianamente consensuada para contener los ánimos rumbo a las elecciones de alcaldes y gobernadores (23 entidades y 335 municipios) del próximo 21 de noviembre, mismas que Maduro se ha comprometido a respetar, en parte buscando recuperar el reconocimiento internacional.
Con la instalación de la mesa, agrega la académica e internacionalista, los inconformes con el chavismo reconocen en Maduro a un gobierno con el cual negociar, algo a lo que antes se negaba el bloque liderado por Juan Guaidó, además que se ponen sobre la mesa las condiciones del régimen hacia el tablero electoral:
“Brinda legitimidad a su régimen de una manera menos indecorosa rumbo a las próximas elecciones y simula que es una democracia”.
Juan Guaidó, quien lidera la disidencia venezolana, fue reconocido desde el 23 de enero de 2019 como presidente legítimo de la nación de 28.5 millones de habitantes, lo que ha complicado procesos internacionales como el retiro del oro (valuado en unos mil millones de dólares) propiedad del país de Sudamérica, pero resguardados en el Banco de Inglaterra. El nombramiento derivó del no reconocimiento de la reelección de Maduro.
Aunque priva la incertidumbre sobre la fecha de la reunión, Maduro declaró apenas esta semana que los acuerdos previos para la mesa avanzan con la oposición de Guaidó, y siempre se ha mostrado dispuesto: “Se tiene un documento redactado y se debate la agenda de siete puntos (…) México ha ofrecido todo el apoyo, pero aún esperamos fecha y lugar exacto para conversar”. Adelantó que pedirá, entre otros puntos, una renuncia expresa a la “violencia y conspiración”, en referencia a las eventuales protestas de la disidencia.