24 Horas - El diario sin limites
“¡Mijo, saca las cosas de la mochila!”
a los salones sea para bien. En ese momento, sin embargo, te llega la notificación: que el Presidente dice que él no tuvo que ver con lo de la carta responsiva, que quién sabe a qué subordinado se le ocurrió, cuando el subordinado es… la titular de la SEP. Dudas.
También te das cuenta de que en cambio el Presidente calla y otorga con lo de que cada escuela, o madre, o padre, o lo que sea, se encargue del gel y del cubrebocas, porque no andamos para despilfarros, y dudas otro poco.
Así andas el resto del día, a idas y venidas con la idea. Poco más tarde, te empiezas a convencer de que sí, de que la bendición tiene que ir a convivir con las otras bendiciones a la escuela, porque la socialización bla bla bla. Entonces, te acuerdas de que la estrategia del Presidente consiste en que crucemos los dedos para que los chicos no acaben intubados, cerremos los ojos y órale, a la escuela (es que los caminos de la vida), y te echas para atrás.
Pero más tarde vuelves a dudar, claro: puede que, a ʶn de cuentas, la función de un Presidente sea, en efecto, animar a la ciudadanía en plan “si quieres puedes volar”, o sea institucionalizar el echaleganismo, en vez de tomar decisiones a partir de la evidencia cientíʶca y usar los recursos públicos para nuestra seguridad.
“Al carajo. Le ponemos una N-95 y al colegio”, decides. Y así estás, convencido, hasta que se deja ver el hombre que resuelve cualquier incertidumbre: Hugo López-Gatell. Pasa que al Doctor Muerte le podemos regatear muchos méritos, pero es un hecho que cuando aparece y receta lo de “no hay evidencia cientíʶca…”, es que sí hay evidencia cientíʶca y mejor toma previsiones.
Porque eso dijo: que no hay por qué gastar en vacunas para menores y sobre todo que a los niños nah, tranquis, no les pasa nada. Y piensas en que sumamos 500 mil muertos, y en que estamos a 30 segundos de que no nos dejen pasar ni a Cuba o Venezuela, y pegas el grito deʶnitivo:
“¡Mijo, saca las cosas de la mochila y porfa acomódalas en el escritorio!”, a sabiendas de que van a quedar tiradas en el piso hasta que el Gobierno federal haga algo contra la pandemia, o sea, con mucha suerte, hasta 2024.