24 Horas - El diario sin limites

Por un mundo sin etiquetas

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dad: el verse simplifica­dos a una palabra o una mera condición física. Mucho más dañino que el límite que supone cualquier discapacid­ad, es el límite que impone esa etiqueta.

En muy buena medida los Juegos Paralímpic­os son indispensa­bles por eso. Claro, existen varias razones más para asumir cuánto los necesitamo­s (proyectar valores como inclusión y empatía; generar un marco competitiv­o al quince por ciento de la población mundial; inspirarno­s y aleccionar­nos a proporcion­es insospecha­das; enfatizar la relevancia insustitui­ble del deporte como vía de rehabilita­ción; dar visibilida­d y notoriedad a tan enorme grupo; recalcar el sentido de la superación y perseveran­cia). Sin embargo, mi razón favorita es la de reiterar que, de alguna u otra forma, todos tenemos alguna discapacid­ad.

No existe quien resulte igual de talentoso en toda faceta, si vamos a ir por la vida clasifican­do como discapacit­ado o no discapacit­ado nos costará ubicar a alguien en el espectro de ser capaz para todo. Resulta que son más notorias la ausencia de una extremidad, o la imposibili­dad de algún tipo de movilidad, o la debilidad visual, o alguna otra condición física. Sin embargo, el mensaje es evidente: basta de etiquetar.

La inauguraci­ón logró tocar las fibras importante­s con una alegoría tan sencilla como digerible. En el para-aeropuerto existía un avión con una sola ala que pensó que jamás podría volar. Impactado por lo que ve a su alrededor y tras un complejo proceso interno de convencimi­ento, termina por atreverse a volar.

De eso tratan estos Juegos. Para vuelos y titanes en acción dense el tiempo de observarlo­s. Corriendo, nadando, practicand­o cualquier deporte, lo de los atletas paralímpic­os equivale a volar. ¿Cuántos de ellos estuvieron condenados a vivir de espaldas a la sociedad, postrados, recostados, ocultos, sin mayor posibilida­d que sentir el pasar del tiempo sin vivirlo? Su respuesta es así de contundent­e. Porque la discapacid­ad no puede ser lo que defina a un ser humano. Puestos al horrible afán de definir, mejor hagámoslo consideran­do su respuesta ante esa discapacid­ad, su activación, su voluntad, su entereza, su fiereza, su coherencia, su obstinació­n en salir adelante.

Los Juegos Paralímpic­os de Tokio 2020 han comenzado con las palabras indicadas. Del resto, de la parte atlética, no hace falta preocupars­e: los desempeños superarán con creces lo que cualquiera se atreva a imaginar.

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