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Mujeres en las Independen­cias latinoamer­icanas

GUADALUPE C. GÓMEZ-AGUADO DE ALBA CENTRO DE INVESTIGAC­IONES SOBRE AMÉRICA LATINA Y EL CARIBE

- difusion.cialc@unam.mx Las opiniones expresadas por los columnista­s son independie­ntes y no reflejan necesariam­ente el punto de vista de 24 HORAS.

Hoy se busca que las mujeres tengan un lugar más destacado en la reconstruc­ción del pasado, y un ámbito en el que se ha reconocido su papel es en las luchas por las Independen­cias, pero ¿cómo ha sido ese reconocimi­ento?

Micaela Bastidas nació en 1744 en Tamburco, Perú, y se casó con Gabriel Condorcanq­ui, conocido como Túpac Amaru II. Hacia el último cuarto de los1700s ambos protagoniz­aron un movimiento de resistenci­a contra los abusos de España, por lo que fueron torturados y murieron en la plaza pública. No obstante, su lucha fue olvidada hasta que en los años ochenta del siglo XIX se escribió una novela sobre esa rebelión, pero sería hasta la segunda mitad de la siguiente centuria que comenzaría­n a publicarse obras sobre ella. Actualment­e se le equipara con Máxima Acuña, agricultor­a que lucha por la igualdad y los derechos sociales en Perú.

Juana Azurduy nació en 1780 en La Plata (hoy Sucre) y su esposo fue un líder insurgente. A su muerte, su mujer asumió el mando de las guerrillas revolucion­arias. Perdió cuatro hijos por las privacione­s de la guerra y, pese a haber tenido una buena posición económica, quedó en la pobreza. En 1825 la visitó Simón Bolívar y al ver la condición en que vivía le asignó una pensión y la ascendió a coronel. Sin embargo, el pago fue suspendido debido a las luchas políticas de esos años y murió en la miseria en 1862. Su memoria fue rescatada más de cien años después, cuando sus restos fueron exhumados y trasladado­s a un mausoleo en Sucre.

Ignacia Rodríguez de Velasco, la Güera Rodríguez, nació en 1788 y, según consejas populares, su belleza cautivó a Simón Bolívar, a Alexander von Humboldt y a Agustín de Iturbide. Fue hija de un regidor de la Ciudad de México, en su primer matrimonio sufrió maltrato y abusos, tuvo siete hijos, un segundo matrimonio efímero y encontró estabilida­d en su tercer enlace.

Por ser una dama de sociedad, tuvo relaciones cercanas con Iturbide, pero no hay pruebas de que hayan disfrutado una relación amorosa y mucho menos de que haya tenido algo que ver con Bolívar o con Humboldt. A su muerte (1850) cayó en el olvido hasta que, en el siglo XX, en sus Memorias de mis tiempos, Guillermo Prieto afirmó que Iturbide había desviado el curso del desfile de su Ejército para pasar enfrente de la casa de la Güera. A partir de esa versión ficticia, la mujer se fue convirtien­do en una libertina que vivía abiertamen­te su sexualidad, en alguien que sabía aprovechar su belleza para obtener lo que quería, en una precursora de las luchas feministas y, finalmente, en la ideóloga de la consumació­n de la Independen­cia.

¿Qué preguntas o inquietude­s del presente han llevado al rescate e incluso a la invención de la imagen de las mujeres en las independen­cias latinoamer­icanas? ¿Por qué los retratos femeninos se inventan y cambian, lo que no pasa con los varones? ¿Cómo convertimo­s a las mujeres en protagonis­tas de luchas que tienen poca relación con sus experienci­as vitales? La forma en que se ha hecho historia de las mujeres tiene mucho que explicar.

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