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El 9/11 puso nuevo rostro y estigmas al terrorismo

Tras el derribo de las Torres Gemelas, el terror internacio­nal fue prioridad global; y la población de Medio Oriente era discrimina­da

- NORMA HERNÁNDEZ

Para que el mundo comprendie­ra mejor qué era el terrorismo tuvo que atestiguar el 9/11, hoy considerad­a su peor manifestac­ión. Casi 3 mil personas murieron por una causa desconocid­a y tras un ataque de un grupo ajeno a la realidad del Occidente, con Estados Unidos como su mayor símbolo. El daño sufrido el 11 de septiembre de 2001 marcó a la Unión Americana... y quedó grabado en el imaginario de una generación.

Dos efectos: tomar conscienci­a del riesgo que implican las organizaci­ones terrorista­s internacio­nales, y el estigma hacia la población de Medio Oriente.

De las 19 personas que participar­on en los atentados del 9/11, al menos 15 provenían de Arabia Saudita, y eso dejó una marca.

“No es correcto vincular lo que pasó con los sauditas. Algunos piensan que las semillas de lo que sucedió germinaron aquí y eso no podría estar más alejado de la realidad”, ha declarado Walaa Hawari, periodista saudí y quien, con sus connaciona­les, fueron vistos como semillero del terrorismo.

¿QUÉ ES Y CÓMO SE COMBATE?

Si se considera que el terrorismo como lo entendemos hoy apareció con la llegada de los primeros medios de comunicaci­ón masiva -plataforma­s que aún se usan para la difusión de sus mensajes, pues solo así se tiene registro del daño que causa-, entonces el señalamien­to de los saudíes era correcto, y encaja en las definicion­es que ahora prevalecen sobre el fenómeno.

Y es que estudiosos sociales se han dedicado a disecciona­rlo para dar una explicació­n más clara a las motivacion­es y significad­o en dos direccione­s, para quienes recurren a él y para las víctimas.

Terrorismo implica un acto de violencia que toma como objetivo a quienes se encuentren “del lado contrario” (al servicio de un grupo o Estado) y tiene un propósito específico. Echa mano del terror colectivo como un medio, no como un fin. En el 9/11, por ejemplo, la pérdida y los daños nunca fueron la

meta, sino un esfuerzo por debilitar la figura de lo que representa­ba, sugirió la investigad­ora del tema Berenice Rivera.

Si bien los delitos sociales afectan toda la convivenci­a humana, el terrorismo se expresa directamen­te en lo político porque su objetivo está ligado a las acciones que lleva a cabo el Estado y es motivado por intereses propios al poder. Los atentados son sólo las formas en que se materializ­a.

Actualment­e, recuerda la internacio­nalista Aribel Contreras, los primeros lugares en el Índice Global de Terrorismo, del Instituto para la Economía y la Paz, los ocupan Afganistán, Iraq, Nigeria, Siria y Somalia.

“Tras una ocupación militar de casi 20 años”, añade, “Estados Unidos no cumplió con ninguna de las garantías con las que justificó su presencia en el territorio: acabar con los grupos terrorista­s de la región, dar condicione­s para la transición política y desmantela­r la red de tráfico de heroína y morfina”.

Queda pendiente, ahora, buscar mejores formas de combatir este mal, reflexiona el investigad­or de la UNAM Raúl Benítez Manaut: “El terrorismo se convirtió en prioridad de la agenda de seguridad internacio­nal, pero la forma de combatirlo fracasó. La ocupación militar de Afganistán e Iraq demostró que la guerra no es el mecanismo más eficaz”.

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