24 Horas - El diario sin limites

La poca importanci­a de llamarse Bond, James Bond

- PABLO AURA @pabloaura

Al parecer por ahí de 1953 ser un agente secreto del M16 al servicio de Su Majestad la Reina de Inglaterra, no parecía ser algo que despertara el interés de nadie o que tuviera algún valor comercial. Fleming no tuvo demasiado éxito con sus novelas cortas y le costó mucho más trabajo aún que se convirtier­an en películas. Los productore­s de Hollywood sentían que el agente 007 era algo muy británico y que además en las historias había “demasiado sexo” para que llegaran al gran público, y que no conectaría­n bien con la audiencia estadounid­ense.

El personaje de James Bond estaba basado, principalm­ente, en el hermano del autor, Peter, y en otros agentes que había conocido durante la Segunda Guerra Mundial. El nombre, según alguna entrevista que le hicieron al mismo Fleming, lo sacó de un ornitólogo amigo suyo que vivía en el Caribe, haciendo estudios sobre las aves locales. “Quería que Bond fuera un personaje sin mayor personalid­ad al que le sucedieran cosas, me pareció que ese nombre era un nombre completame­nte genérico que no parecía de ninguna importanci­a”.

Fue hasta que los productore­s Albert Broccoli y Harry Saltzman decidieron tomar el riesgo y conseguir el dinero para hacer la primera película: “Dr. No” en 1962, después de que muchos estudios y productore­s les rechazaran el proyecto.

Trajeron a un actor que no había tenido mayor éxito, pero al menos había estado en el Ejército británico en su juventud, era bien parecido y hacía pequeños papeles de marinero en una serie de televisión. Me imagino que les habrá salido barato o dentro del presupuest­o que tenían, que no sería mucho, y más o menos daba la pinta que necesitaba­n. Sí, estoy hablando del mismísimo Sir Sean Connery, que en ese tiempo no era ni Sir ni nada.

A partir de ahí se creó la franquicia de cine más importante de la historia, siete mil millones de dólares después, 25 películas estrenadas en todo el mundo durante décadas y muchas de las escenas, personajes, actores, actrices y clichés más famosos de la industria, muchos nos preguntamo­s cómo se habría concebido un proyecto de semejante categoría y alcance.

Pero no, no nació dentro del sistema de los estudios de Hollywood, ni fue conceptual­izado por los grandes protagonis­tas. Se trató simplement­e de un grupo de gente, que orbitaba alrededor, sin la credibilid­ad ni el pedigrí necesario como para que nadie predijera que podrían lograr algo así.

En el cine como en todas las industrias creativas e incluso me atrevería a decir que, cualquier industria, las innovacion­es no suelen venir de los que están más conectados, los que tienen el acceso más fácil o los que se encuentran encumbrado­s. Suelen ser aquellos a los que nadie esperaba, con esa historia o idea en la que nadie creía, por la ruta que todos pensaban que no era la correcta los que logran romper los paradigmas y crear algo que cambie la industria.

Por eso, por más absurda que parezca una idea, por poco probable, por irrealizab­le y loca que ésta sea, siempre valdrá la pena llevar las cosas a sus últimas consecuenc­ias con tal de llevarla a la práctica. De alguna manera las ideas buenas encuentran su camino, pero necesitan siempre a alguien con suʶciente pasión y compromiso para aguantar un millón de “no’s”, incluso como para llamar a tu villano el Dr. No.

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