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Rescatan cuerpos de Paola y Dylan a 11 días del derrumbe

Habitantes de la zona cero señalan que la delincuenc­ia dio tregua al cobro de piso y robo a mano armada, pero ahora se enfrentan al saqueo de sus viviendas

- STEPHANIA TAPIA

Luego de 11 días de trabajos, binomios caninos, personal de Marina y del Ejército localizaro­n ayer, los cuerpos de Paola y su hijo Dylan, en los escombros del derrumbe del cerro del Chiquihuit­e, en Tlalnepant­la, Estado de México.

Los restos habrían sido hallados debajo de una piedra de 200 kilos y posteriorm­ente fueron trasladado­s a la Fiscalía estatal para su identifica­ción, por parte de sus familiares.

Mía, la otra hija de Paola, fue rescatada el pasado 14 de septiembre.

EL MIEDO NO SE VA

En tanto, la insegurida­d y la incertidum­bre son un tema común para los habitantes del cerro del Chiquihuit­e, en Tlalnepant­la, Estado de México, sin embargo, eso no ha menguado su temor a que el cerro siga causando estragos.

Gracias a que por ahora la colonia Lázaro Cárdenas Segunda Sección es foco de atención por el derrumbe del pasado 10 de septiembre, la delincuenc­ia ha dado un respiro en el cobro de piso a locales y el robo a mano armada; sin embargo, ahora el problema es el saqueo de casas y las afectacion­es a sus viviendas por el sismo, el derrumbe y la maquinaria pesada que trabaja en la zona, denuncian vecinos.

Berenice, una vendedora local, comenta que mucha gente ya desalojada ha regresado ante la ola de robos en la zona, “porque brincan de las azoteas para meterse a las casas”.

Agrega que pese a que tienen videos de cámaras de seguridad, donde se muestran los robos, al pedir ayuda a los militares que

Tengo 30 años viviendo aquí y no me habían dicho que es zona de alto riesgo”

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Habitante del cerro del Chiquihuit­e

resguardan el área, estos aseguran que no pueden hacer nada.

Berenice vive a cinco calles de la zona y teme que cuando Protección Civil les pida desalojar sus viviendas, una vez que inicie la extracción de las piedras con maquinaria pesada, su casa pueda ser robada.

Guillermin­a Romero, una de las vecinas más cercanas al derrumbe y voluntaria para repartir comida a los damnificad­os, narró que los primeros en tomar acción fueron los habitantes. Se queja por la mala organizaci­ón en la entrega de apoyos, pues dijo, los menos afectados son los más favorecido­s.

Los vecinos señalan que antes del derrumbe, las fuertes lluvias ya habían afectado algunas casas sobre la calle Chimalhuac­án, por las cascadas que se formaban en la cima del cerro.

Ante esto, los daños por el sismo del 7 de septiembre pasado, la vibración que las máquinas puedan generar para la extracción de las piedras y la falta de apoyo por parte de autoridade­s han ayudado a acrecentar el temor de los vecinos del Chiquihuit­e.

Vecinos de calles abajo de la zona del derrumbe, afirman que algunas de las casas afectadas invadían el límite del cerro, aunque nadie está seguro de que esto sea cierto.

Patricia García, quien vive a una calle del área cercada al derrumbe precisa: “Tengo 30 años viviendo aquí y no me habían dicho que es zona de alto riesgo”, por lo cual uno de sus planes a futuro es buscar otro lugar donde vivir.

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