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Imperio Putin, ¿se agrieta?
Obstáculo. Las generaciones más jóvenes son uno de los principales retos para su probable reelección; la popularidad del líder cae a pesar de que su partido salió vencedor en los últimos comicios
Para el Gobierno ruso, un proyecto político a largo plazo adquiere más sentido año con año y se afianza tras cada votación ganada. Sin embargo, si la popularidad del presidente Vladimir Putin ha mostrado los primeros síntomas de debilitamiento... luego de 20 años en el poder, probablemente tenga que ver con su forma unilateral de definir las prioridades de Rusia y con una transición generacional en el país de 144 millones de habitantes.
Entre los ejemplos: una recuperación económica a costa de la diversificación industrial y su relación con la oposición, que le ha valido más de un escándalo por presuntos envenenamientos, exilio y persecución contra los líderes de la disidencia, como el hoy preso Alexéi Navalni.
Por otro lado, hoy se puede advertir un incipiente debacle del amplio poderío de Putin, a pesar de la victoria de su partido en las elecciones parlamentarias de hace dos semanas. Conforme la población más longeva va sumándose al descontento y las nuevas generaciones alcanzan la edad para votar, se hace más claro que su popularidad está siendo vulnerada.
Para muchos el mandatario -que cumple 69 años el próximo jueves-, aún encarna al Gobierno ruso, aunque sin la misma contundencia: “Recientemente se celebraron las elecciones legislativas, dejando ver la pérdida de popularidad del partido Rusia Unida, encabezado por Putin; si bien logró vencer con 49.8% de los votos, en el lejano este ruso perdieron aceptación frente al Partido Comunista”, apuntó Michelle Balderas, estudiosa de la UNAM cuya linea de investigación es el proyecto geopolítico de Putin.
En más de 20 años, el porcentaje en las votaciones para la agrupación política rara vez se había visto por debajo de 50%, mientras que su principal contendiente, el Partido Comunista, va ganando terreno en cada encuentro, al subir 6 puntos con respecto a sus resultados del 2016. Si bien las victorias se vuelven menos aplastantes, siguen siendo eso, victorias.
Este escenario, y la férrea necesidad de los gobernantes por prevalecer, responden al ADN sociopolítico de una nación formada por -o a pesar de- los largos mandatos de figuras autoritarias y el arraigado deseo colectivo de recuperar una gloria nacionalista. Y es que el país siempre ha encontrado la oportunidad de fortalecer sus estructuras sociales y políticas tras periodos conflictivos o bélicos.
“Al llegar al poder, el objetivo de Putin era dejar en el pasado el nepotismo característico del gobierno anterior”, agregó Balderas Escutia, “recuperó compañías de gas y petróleo, mejoró el sistema tributario casi inexistente, reactivó la industria militar y señaló a algunos de los empresarios más adinerados del país por corrupción”.
Ahora, el gobierno de Putin se encuentra de frente al segundo de sus principales retos: la juventud, pues “cuentan con acceso a Internet y más información para generar sus propias conclusiones, sin los recuerdos represivos de la Unión Soviética (…) hoy representan una fuerte amenaza a los planes a futuro del Presidente”, detalló la investigadora.
El año pasado, en medio de la pandemia por Covid-19, Vladimir Putin impulsó una reforma constitucional que también triunfó en las votaciones y permite que el mandatario pueda presentar su reelección en dos ocasiones más: 2024 y 2030.
Es decir, en tres años, la opinión de quienes nacieron a la mitad de su segundo mandato (2006), y de gran parte de la generación centennial rusa ya será tomada en cuenta en las urnas. Quizás la prueba de fuego definitiva para el exagente de la KGB.
Al oso siempre tratarán de ponerle una cadena y, cuando le encadenen, le arrancarán los dientes y las garras”