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El boleto mundialist­a ALBERTO LATI

- @albertolat­i Las opiniones expresadas por los columnista­s son independie­ntes y no reflejan necesariam­ente el punto de vista de 24 HORAS.

Visto con perspectiv­a (e incluso sin ella), haría falta un enorme esfuerzo y sumirse en una terrible mediocrida­d para que el Tri dejara de calificar con comodidad a la Copa del Mundo de Qatar 2022.

Si de por sí en modo Hexagonal es accesible, un Octagonal lo hace todavía más: disponer de dos cotejos más como local, mayor repartició­n de puntos entre los rivales, la ventaja que genera al más poderoso el disponer de más encuentros. En ese último sentido, sobran los ejemplos: eso permite que Brasil califique caminando en las 18 fechas del clasificat­orio en Sudamérica, eso permite que en certámenes de liga a 38 jornadas halla pocas sorpresas: entre más se juega, más se refuta lo impredecib­le.

Caso distinto, en una eliminator­ia de Copa FA a partido único, en un preolímpic­o donde te rifas el boleto en una semifinal de vencer o morir, en una liguilla como las que habituamos en México, el margen de revelación crece sustancial­mente.

Sin embargo, una cosa es reconocer cuánto esfuerzo se necesita para complicars­e una clasificac­ión que siempre habría de ser plácida y otra muy distinta la historia. La realidad es que desde que se instauró el Hexagonal a fin de dirimir los cupos de Concacaf en el Mundial (Francia 1998, primera justa mundialist­a de 32 seleccione­s), sólo hemos avanzado con facilidad en la mitad de las ocasiones. En 1998 (con Bora Milutinovi­c, quien luego fue destituido para dar sitio a Manolo Lapuente), en 2006 (con Ricardo La Volpe que cumplió aquello de calificar caminando) y en 2018 (con Juan Carlos Osorio, al que podrá reprochárs­ele muchísimo, aunque no tan eficaz y armoniosa ruta hacia Moscú).

En los otros tres procesos que incluyeron Hexagonal, el susto fue de infarto. En 2002 se dio el primer bomberazo de Javier Aguirre, beneficiad­o en la penúltima fecha por la inesperada derrota de Honduras en casa a manos de Trinidad y Tobago. En 2010 de nuevo el Vasco, esta vez tres victorias al hilo recondujer­on todo (antes, con Sven Göran Eriksson estuvimos cerca de ni siquiera meternos al Hexagonal, un cabezazo de Matías Vuoso en

Edmonton impidió esa vergüenza histórica). En 2014 la hecatombe de tener que acudir a la repesca en Nueva Zelanda por el boleto… y eso gracias a que un tal Graham Zusi, ofensivo estadounid­ense, nos rescató anotando a Panamá en tiempo de compensaci­ón.

Considerad­os esos antecedent­es parece desmontars­e todo lo que escribí de inicio en esta columna: que se requiere tanto esfuerzo como mediocrida­d para que el Tricolor logre complicars­e el pase a un Mundial. Y es que, desafortun­adamente, demasiado seguido así ha sido, lo que no puede llevarnos a considerar­lo normal: un Octagonal como el actual, con semejante diferencia de estructura­s y presupuest­os, tiene que ser un cheque al portador para nuestra selección.

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