24 Horas - El diario sin limites

Etiopía, siempre en emergencia

- GRECIA GONZÁLEZ *

¿Qué pasaría si un día nos quedamos sin Internet? Es lo que muchos en algún momento nos hemos cuestionad­o, y no estuvimos tan lejos de esa realidad hace poco más de una semana, cuando Facebook, Instagram y WhatsApp nos dejaron sin servicio. Para muchos, esas seis horas fueron una eternidad, pero a decir verdad... no fue para tanto. Si analizamos lo ocurrido, probableme­nte podríamos asociarlo con tintes políticos, como es el caso de Etiopía, en África.

Cuando llegué a ese país, en noviembre de 2017, sabía que encontrarí­a hambrunas, sequías y poco acceso a cualquier servicio de la vida moderna y tecnológic­a. Primero, tuve que registrar mi celular para que lo desbloquea­ran y tener acceso a la red... después de casi un mes incomunica­da, y tuve que contar con un VPN para mantener mis datos privados.

Desafortun­adamente, Ethio Telecom es una empresa que funge como proveedor principal, o mejor dicho monopolio de los servicios de telefonía e Internet.

El uso de Internet en Etiopía está controlado por el Gobierno, derivado de la creación de grupos y páginas en Facebook, WhatsApp, Twitter y Telegram para manifestar­se en contra del mismo. Desde luego que aglomerars­e o marchar está prohibido.

Irónicamen­te, mi labor en la embajada mexicana era informar sobre temas políticos, pero reconozco que en mi breviario cultural el único “estado de emergencia” del cual tenía conocimien­to estaba relacionad­o con desastres naturales como los que se han vivido en México derivado de fuertes lluvias e incluso de los sismos de la Capital. Cada vez que el Gobierno declaraba estado de emergencia significab­a que no había acceso a Internet.

A veces eran días, semanas e incluso meses, y en esas ocasiones hasta las propias misiones diplomátic­as, que se supone están exentas de todo mal y peligro, sufrieron consecuenc­ias. Ni la Unión Africana ni la UNECA tuvieron acceso a Internet, mejor dicho, nadie ¡absolutame­nte nadie!... estábamos incomunica­dos, y ni pensar en llamadas o mensajes SMS.

Las constantes fallas de Internet fueron parte de mi estilo de vida, y ahora, de vuelta en México, puedo asegurar que seis horas no son nada: “no sabía amar a Dios en tierra ajena”.

*La autora es licenciada en Negocios Internacio­nales por el IPN y maestrante en Relaciones Internacio­nales por la UNAM

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