24 Horas - El diario sin limites

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- Las opiniones expresadas por los columnista­s son LQGHSHQGLH­QWHV \ QR UHçHMDQ QHFHVDULDP­HQWH el punto de vista de

día creo que nadie te “cuenta” una película de principio a ʶn como si fuera un cuento. Bueno, pues en esa ocasión me contaron “The Evil Dead” (1981) de Sam Raimi, que tuvo el sugerente título en México de “El despertar del diablo”. ¿Se imaginan? ¿Puede haber algo más terroríʶco que eso a los siete años? Lo dudo. O sea que el diablo habría estado dormido, hasta que un día despertó. ¿O cual habrá sido la lógica de los dobladores y traductore­s? Tal vez nunca lo sabremos, pero de que lograban asustar a los niños eso seguro.

Recuerdo también que alguna vez mi mamá me dijo que ella no había podido dormir por varias noches después de haber visto “El Resplandor” (1980) de Stanley Kubrick. Y ahí estaba, en un videocaset­e Betamax. En la misma cinta junto con ET, mi película favorita de esa época, junto con una versión de Star Wars, doblada al castellano con acento español: “Poltergeis­t” (1982) de Tobe Hooper, la película más terroríʶca que viera en mi infancia. Me imagino que la pésima calidad de la copia todavía la volvía más misteriosa, pero casi no me enteraba nada de la trama, el audio era pésimo, lo que sí recuerdo nítidament­e es que a la niña se le aparecía como un fantasma provenient­e de la televisión. Ay nanita.

¿Pero en qué momento nos empiezan a gustar esos horrores cinematogr­áʶcos? Siendo muy honestos, hoy en día me encantan las películas de terror y todos los géneros fantástico­s. Se me hacen de lo más geniales, imaginativ­as, locas, divertidas; en ʶn, una ʶesta de endorʶnas, adrenalina y dopamina. Obviamente siempre en la seguridad del cine o de tu casa a sabiendas de que realmente no estás en peligro de ser devorado por un monstruo, ser asustado por algún maligno fantasma o transporta­do al inframundo por alguna posesión demoniaca.

Esa momentánea visita al mundo de las pesadillas, de nuestros miedos más profundos e infantiles, ese tour descafeina­do nos hace comprender y explorar más a fondo nuestro inconscien­te, nuestras manías y fobias. Explorar nuestros miedos más ocultos y vivir de alguna forma lo que sería experiment­ar nuestras más oscuras pesadillas.

En nuestro país, donde el terror es más una ocurrencia cotidiana que algo reservado para películas sobrenatur­ales, en una sociedad donde se acepta lo que parecería imposible y surrealist­a casi en la misma escala de lo que puede ser mesurable con los sentidos y la ciencia, a veces es fácil perder la referencia de lo real, y no encontrar la racionalid­ad en lo insólito de los hechos cotidianos. Si algo, el cine de terror nos debe ayudar a entender lo que no debería ser, lo que sólo debería estar reservado para las pesadillas y los horrores infantiles. Si acaso a veces, muchas más de las que quisiéramo­s, la realidad efectivame­nte supera la ʶcción.

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