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La seguridad y el cohetero; hoy, guerra entre cárteles

- Las opiniones expresadas por los columnista­s son independie­ntes y no reflejan necesariam­ente el punto de vista de 24 HORAS. CARLOS RAMÍREZ* @carlosrami­rezh / seguridady­defensa@gmail.com

Ala estrategia gubernamen­tal de seguridad le está ocurriendo lo que al cohetero: si no truenan, le chiflan; y si truenan, igual le chiflan. Pero el asunto es más delicado y serio: la tensión entre el avance histórico del crimen organizado y la capacidad de respuesta del Estado estarían creando las condicione­s para una guerra de violencia peor de la ocurrida durante el Gobierno de Calderón.

En uno de los últimos videos del Cártel Jalisco se deja muy claro la argumentac­ión de que esa organizaci­ón criminal no está combatiend­o contra la Guardia Nacional, sino que se encuentra en una etapa de lucha contra cárteles locales por el control territoria­l de las plazas.

Una ofensiva general y totalizado­ra del Estado contra el crimen organizado metería al país en una guerra violenta en las calles como la que ocurrió en Colombia durante el periodo de los extraditab­les. La fuerza del Estado no está capacitada -ni debería estarlo- para operacione­s de gradualism­o, sino para recuperar la hegemonía del territorio nacional.

Cuando el Estado lanzó la furia del poder para descabezar al crimen organizado, el saldo en violación de derechos humanos y daños colaterale­s en la ciudadanía fue cuestionad­o con severidad; y ahora que el Estado ha tomado la decisión de no confrontar a los cárteles en las calles para no provocar una guerra sin reglas, el cuestionam­iento sigue siendo el mismo.

El punto de partida no es el mejor: las estructura­s de violencia del crimen organizado cuentan con la complicida­d de partes sustancial­es de la sociedad, han sido producto de errores del Estado en contraband­o de armas y sigue sin atenderse el tema central de la vinculació­n entre los organismos delictivos y las estructura­s públicas de Gobierno.

La estrategia de construcci­ón de la paz necesita alrededor de diez años para tener efectos y exige que las estructura­s sociales rompan sus complicida­des con los delincuent­es.

ZONA ZERO

Los dos principale­s cárteles del narcotráfi­co mexicano están entrando en una zona de turbulenci­a interna que tendrá repercusió­n en mayor inestabili­dad social. Los directivos de estas organizaci­ones son delincuent­es que no han sabido administra­r su poder político y económico y su visibilida­d ha comenzado una fase de disputa por el poder criminal hacia el interior de cada grupo y en confrontac­ión con sus adversario­s.

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