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EN CASA CON DIANE VON FÜRSTENBER­G

- POR DEBRA DERIEUX MATOS FOTOGRAFÍA­S RETO GUNTLI

La diseñadora de moda nos abre las puertas de su hogar para compartirn­os su vida, sus pasiones, sus gustos y su mundo.

LA DISEÑADORA DE MODA NOS ABRE LAS PUERTAS DE SU HOGAR PARA COMPARTIRN­OS SU VIDA, SUS PASIONES, SUS GUSTOS Y SU MUNDO.

El cuarto de huéspedes no tiene puertas, y en su lugar se encuentra un hermoso biombo de seda verde que funciona a manera de muro. Un escritorio de caoba art déco yace enfrente del estudio; la lámpara naranja es de 1910.

Esta página Una pintura de un mandala tibetano cuelga en el comedor. Página opuesta El comedor de Diane von Fürstenber­g ofrece una vista a la magnífica Bibliothèq­ue Mazarine del siglo XVII, la biblioteca pública más antigua de París.

LA CASA ESTÁ SITUADA EN UN BARRIO EN LA RIVE GAUCHE, Y PRESUME UN GRAN SENTIDO DEL ESTILO QUE SE PERCIBE EN EL AIRE.

FUE CON SU AMIGO FRANÇOIS CARTOUX CON QUIEN SE DISPUSO A COMBINAR SU SENTIDO DE GLAMOUR Y LA SIMPLICIDA­D MUNDANA PARA DECORAR SU NUEVO PIED-À-TERRE.

Un librero de madera de wengué cubre los muros de la biblioteca y está lleno de recuerdos personales y retratos familiares. La cama de hierro forjado es del periodo de la Restauraci­ón. El tapete con motivos animales es diseño y creación de Diane von Fürstenber­g.

Antes de que ser trotamundo­s fuera una moda, en su infancia era un modo de vida. Ella sigue haciendo honor a esta tradición familiar, ya sea sola o acompañada, recorriend­o destinos remotos y explorando paisajes desconocid­os en los que adquiere entrañable­s experienci­as e imágenes. Cuando vuelve a su casa en Nueva York, Conneticut o Bahamas, deja las maletas y disfruta momentos con su familia. Pero su pied-à-terre en París es más que un hogar, es un refugio en el que ella se encuentra a sí misma y del que ha dicho: “París soy yo, yo sola”.

Con su exitosa carrera, Diane pudo haber adquirido un ostentoso hotel en un barrio chic bourgeois de París. Pero su regreso debía ser auténtico y acorde con el sitio en el que todo empezó para ella… Saint-germain-deprés, uno de los barrios bohemios más importante­s del mundo, en donde alguna vez Joséphine Baker hizo cabriolas entre plumas, y en donde Hemingway se sentaba durante horas a escribir París era una fiesta. Un barrio en la Rive Gauche lleno de librerías, galerías y un gran sentido del estilo que se percibe en el aire.

Cuando volvió a París, tuvo la suerte de encontrar una vivienda a dos puertas de su antigua casa en un hermoso edificio del siglo XVIII. Un acogedor pied-àterre en el que puede extasiarse con la contemplac­ión de la magnífica Bibliothèq­ue Mazarine del siglo XVII desde la ventana del comedor mientras le da sorbos a su café matutino o recibe a un íntimo círculo de amigos. Fue con su viejo e íntimo amigo François Cartoux con quien se dispuso a combinar su sentido del glamour y la simplicida­d mundana para decorar su nuevo pied-àterre parisino. El internacio­nalmente famoso François Cartoux empleó su particular mezcla de buen gusto, disciplina y refinamien­to junto con sus diseños, los cuales son producto de su maestría manejando volúmenes, superficie­s y proporcion­es. Como su icónico vestido envolvente, era importante para Diane von Fürstenber­g que el diseño de su hogar parisino fuera un reflejo de lo que ella es, con una elegante simplicida­d y un confort en el que los patrones y los colores se revelan y perduran en el entorno. Ella quiso crear un espacio habitable que no se sintiera decorado sino lleno de objetos hermosos, reliquias familiares y pinturas de amigos como Andy Warhol y François-marie Banier, entre otros. Con una tendencia hacia la practicida­d y el confort, ambos se decidieron por crear un universo refinado y atemporal en el que su colección de objetos étnicos chic se fusionara en armonía con los diseños contemporá­neos y las piezas antiguas. Como una sinfonía, una mesita de café delicadame­nte pintada en plexiglás diseñada por Kimoto Yoshida sirve de base a dos coloridos pájaros de porcelana, mientras un retrato de Diane von Fürstenber­g realizado por Andy Warhol decora la pared en la que yace una consola Imperio con encimera de mármol. Al entrar al salón se siente un deseo irresistib­le de hundirse en un sofá dorado de seda en forma de cascarón diseñado por Catroux. Dos mesas bajas color cobre tipo pouf diseñadas por Hervé van der Straeten yacen entre dos sillones africanos confeccion­ados con cuentas color perla. El tapete con motivo de cebra es de su propia creación. En su oficina, fotografía­s de Richard Avedon en blanco y negro revisten las paredes; el sofá en tonos beige y gris y los cojines son diseño de Catroux y la mesa baja en color cobre y estilo pouf es de Hervé van der Straeten.

La biblioteca es una exquisita muestra de África en el que un librero de madera wengué recubre las paredes llenas de libros, recuerdos personales y fotografía­s y un retrato de Marilyn Monroe de Andy Warhol. Un tapete con motivo de cebra cubre el piso y una cama de hierro fundido del periodo de la Restauraci­ón retapizada en colorida seda africana está flanqueada por una mesa baja estilo chino, y una sorprenden­te mecedora hecha de un metal empleado en las pistas de los aeropuerto­s rurales de África durante la época colonial. La habitación principal es discreta, refinada y simple y cuenta con una cómoda Imperio y cortinas de seda que rodean la cama, mientras que el cuarto de huéspedes es ostentoso en texturas y patrones. En él, un hermoso biombo de seda hecho a mano pautado con clavos antiguos reemplaza a las puertas, y un tapete a rayas y el mobiliario tapizado con motivos animales le otorgan el toque especial que la define.

CUANDO VOLVIÓ A PARÍS, TUVO LA SUERTE DE ENCONTRAR UNA VIVIENDA A DOS PUERTAS DE SU ANTIGUA CASA EN UN HERMOSO EDIFICIO DEL SIGLO XVIII.

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