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El ser humano que vive, sufre, ama, respira y palpita en un cuerpo fuerte y vulnerable a la vez. Éste es el motivo principal de la obra de Javier Marín cuya obra es arte e investigación, misticismo y realidad, transgresión y dignidad. Para Marín, las huellas de una vida entera se plasman en la carne y en la piel, y es esa la inspiración para su trabajo, esculpido en materiales como el barro, el bronce, resinas de poliéster, madera, e incluso elementos naturales como pétalos de rosa, semillas de amaranto y tabaco. La originalidad y el desparpajo con el que muestra sus efigies en tamaños descomunales es impactante, al igual que los acabados y detalles influidos por escuelas clásicas en los que impera la audacia del arte contemporáneo. Dentro de la plástica mexicana, Javier Marín es un creador que conmueve y expresa inquietud y rebeldía, pero también amor y serenidad, un constante vaivén de sensaciones que el público experimenta sin necesidad de ahondar en técnicas y estilos. Se trata de un artista que toca las fibras del espectador en un lenguaje sensitivo fascinante desde hace 30 años. Aunque también ha incursionado en la pintura, el grabado y el diseño de vestuario, su obra escultórica —que ofrece la materia como idea y al hombre como modelo—, forma parte de importantes colecciones públicas y privadas de México y el extranjero. Ya sea en espacios abiertos o en galerías, parecen flotar libres, frágiles, concretas, fragmentadas, como estructuras fantásticas y divinas.